Sobre “Videodrome” de Cronenberg. El Cuerpo Como Territorio de Dominio
- Andrea Rosales

- 11 sept
- 7 Min. de lectura
Actualizado: 23 sept
-Por Andrea Rosales
Videodromo. Dirección: David Cronenberg Guion: David Cronenberg Fotografía: Mark Irwin
País: Canadá Año: 1983 Género: Thriller, Horror Corporal, Ciencia Ficción Duración: 89
minutos Idioma(s): Inglés Protagonistas: James Woods-Max Renn Deborah Harry-Nicki
Brand Sonja Smits-Bianca Jack Creley-Profesor Brian- OBlivion
Videodrome es una película de 1983 dirigida por David Cronenberg. Se sitúa en un futuro distópico, con dramatismo casi apocalíptico, donde la televisión y la comunicación juegan un papel protagónico. Es pionera del cine de horror corporal y ciencia ficción. La obra nos plantea la reivindicación de una "nueva carne" que genera una experiencia donde los límites entre lo verdadero y lo falso no pueden establecerse. ¿Los fines? La dominación a través del mensaje de la televisión.

El personaje Brian O’Blivion (Jack Creley), profesor que elaboró la señal Videodrome, define la pantalla de TV como la "retina del ojo de la mente". Con este concepto, anticipa cómo el proyecto, a través del mensaje televisivo, afecta la percepción de quien mire la señal. Es un entramado afectante del entendimiento, del cual podemos reconocer diversas aristas que complejizan la tensión entre la tecnología y el ser humano.
A medida que recorremos la narrativa, vemos la posibilidad de construir un paralelismo de las inquietudes planteadas por Cronenberg y nuestra era digital. La película se puede considerar arquetipo de una realidad que se desarrolló cuatro décadas después. Así, el director canadiense se erigió como un profeta narrando en pantalla el futuro digital.
Consideremos cómo la cibernética ha evolucionado desde entonces, especialmente Internet y la inteligencia artificial, que lejos de encontrar su límite máximo, se encuentran en sus primeros años de desarrollo, junto con la gamificación, los juegos electrónicos y la robótica. La evolución tecnológica está creando una nueva percepción; no hay vuelta atrás, ya nada será como antes.
En nuestro presente convivimos con una virtualidad que nos habita, cada vez más espectral y omnipresente. Dicho esto, vayamos por esas semejanzas de la ficción que parecen afectarnos. Para esto, me aprovecharé de las capacidades naturales de algunos pensadores que me ayuden a descifrar este “cableado interconectado fílmico”.

El Deseo: Portal de Transformación
Max Renn (James Wood) es un ejecutivo de un canal de televisión de “mala muerte” que ofrece productos para adultos. No contento con trabajos de contenido pornográfico, busca traspasar límites hacia visionados que provoquen una experiencia intensa, que tengan impacto perturbador. Quiere algo que sacuda de verdad.
"Es suave. Hay algo demasiado suave, demasiado suave en eso. Estoy buscando algo que rompa barreras. Algo brusco", dice Max ante una cinta xxx japonesa.
Si se quiere, aquí tenemos una primera arista moral. El personaje sabe que hay ciertas obsesiones humanas que gustan andar en la oscuridad: el sexo o la violencia, y estas pulsiones, que serán las de él mismo, son las puertas de entrada a una transformación radical a través de la TV.
El mensaje puede ser interpelante: ¿Qué hay en nuestro interior que desea ser satisfecho? No nuestro comportamiento público, sino ese fondo íntimo que está latente. Es una gaveta secreta que alberga profundidades. ¿Somos criaturas voraces de lo oculto y lo prohibido, atraídos por el deseo no contado?
Sin dudas, o con dudas, la apertura de estas puertas es voluntaria. Pero ¿qué tan libres somos? ¿Hasta dónde ‘nos dejamos’ afectar, si es que en verdad tenemos esa potestad? Gilles Deleuze nos define como "máquinas deseantes", entendiendo el deseo como una fuerza productiva que el capitalismo se apropia para perpetuar su dominio. Quizás aquí nos enfrentamos a una segunda arista moral, la más peligrosa, porque posee el poder y los recursos. Tiene la capacidad de manipular conductas, convertirlas en deseos y necesidades, y continuar con su influencia.

Imagen de Videodrome (intervenida)
Afectados en un Entorno Real y Virtual: Una Nueva Realidad, Una Nueva Carne
Maurice Merleau-Ponty es uno de los filósofos más interesantes para intentar desenredar esta complejización conceptual que plantea la película. El filósofo sostiene que el cuerpo no es solo un objeto en el mundo, sino un sujeto que experimenta. La carne es la base de nuestra percepción y experiencia humana. La percepción no es solo un acto mental, sino un proceso que involucra el cuerpo en su totalidad.
En la película, la televisión se presenta como un medio que transforma la experiencia corporal y redefine sus límites. A modo de ejemplo, una pistola que se funde con la mano del protagonista, Max. Su percepción de la realidad se encuentra afectada, llevándolo a un estado de confusión entre lo real y lo virtual. O la formación de un agujero en su abdomen, parecido a una vagina, donde se introduce una pistola o una cinta de TV. Es decir, exhibe profundas mutaciones corporales y otro estado psíquico.
"Vivimos en una época con demasiados estímulos. Necesitamos el estímulo por sí mismo, nos desahogamos en él. Siempre queremos más, ya sea táctil, emocional y sexual",
dice Nicki Brand (Deborah Harry), la sensual amante de Max, con existencia virtual. Es como un “avatar”, o un reflejo de las voces generadas por inteligencia artificial, que utilizan las propias voces de personas que han perdido la capacidad de hablar.
El deseo llevó a Max a ‘abrir puertas’ con consecuencias que no imaginó. Una metamorfosis que trastornó su capacidad de entender. La "carne nueva" se convirtió en su nueva forma de ser.

¿Qué es el Videodrome?
Hasta aquí planteamos las consecuencias, pero ¿qué es el Videodrome? Es una (re)programación hecha con el fin de experimentar con la conciencia humana y usarla como herramienta de control. El éxito de la señal proviene de su manera de utilizar la televisión para afectar los patrones del pensamiento.
"Al final estaba convencido de que la vida pública en televisión era más real que su vida privada y que su carne" (O’Blivion, Bianca).
Esta es una cita por demás interesante, veamos qué podemos extraer de ella.
Es relevante la particularidad que envuelve al personaje del profesor O’Blivion. Su existencia es solo a través de cintas grabadas. No se muestra físicamente, entonces ¿cuál es la naturaleza de la realidad que plantea si la imagen de la televisión era más real que su propia carne?
Marshall McLuhan, un filósofo de la comunicación y posible inspirador del guion de la película, en su libro El Medio es el Masaje (1967), escribe:
"Todos los medios nos vapulean minuciosamente. Son tan penetrantes en sus consecuencias personales, políticas, económicas, estéticas, psicológicas, morales y sociales, que no dejan parte alguna de nuestra persona intacta, inalterada, sin modificar. El medio es el mensaje."

Esta cita del pensador nos dice cómo la información, a través de las tecnologías electrónicas, tiene un impacto más significativo que el contenido mismo. En este sentido, el personaje de Brian O’Blivion materializa esta idea. Su creación distorsiona la realidad y afecta a los individuos “deseantes” como Max. La televisión es también su cuerpo.
Es decir, la desconexión de Max de su cuerpo viejo es un ejemplo claro de cómo los medios pueden (re)definir nuestra experiencia y una nueva identidad. Muta en una nueva corporeidad que, finalmente, resiste al poder de control que ejercen sobre él.
Mientras escribo, me surge un interrogante pertinente: ¿Somos afectados por los algoritmos como Max lo fue por la TV?
En mi opinión, sí. Aunque seré cautelosa y no pondré todas las fichas en la analogía, no encuentro obstáculos para notar la similitud.
Una frase que escuchamos mucho y nos resulta simpática es “el algoritmo sabe más de nosotros, que nosotros mismos”. Todos entendemos, al menos ‘por arriba’, lo que esto significa. Si buscamos videos de animales, el sabelotodo algoritmo nos va a seguir proporcionando videos de animales.
Al igual que Max, que se convierte en víctima de un medio que distorsiona su percepción de la realidad, ¿no podríamos ser prisioneros de algoritmos que limiten nuestras preferencias, que nos (re)estructuren? Los algoritmos filtran la información que consumimos, así que, pensar que configuran nuestros gustos, opiniones y hasta nuestra identidad no es descabellado.
La ingeniería digital busca maximizar el tiempo de exposición en las pantallas, genera datos para ajustar el tipo de contenido que se nos brindará, el contenido se vuelve cada vez más homogéneo y, configurado por patrones repetitivos. Vivimos en un bucle perceptivo que se encuentra delimitado.
Lo más preocupante es esta manipulación sin que tengamos ninguna idea de ella, mucho menos el control. McLuhan nos advierte que la exposición constante a los medios nos ‘desensibiliza’ frente al otro que no forme parte de estas esferas; nuestra visión del mundo es cada vez más estrecha y polarizada. Comenzamos a identificarnos y perdemos facetas. "Somos lo que vemos", sentenciaba el filósofo.
Como reflexión crítica digo, al igual que la televisión en Videodrome, los algoritmos (re)modelan nuestra relación con la realidad y nuestra identificación.
Prestemos atención a esta cita:
“O’Blivion no es el nombre con el que nací, ese es mi nombre televisivo. Muy pronto todos tendremos nombres especiales. Nombres creados para que el tubo de rayos catódicos resuene” (O’Blivion).
‘El turro de San Isidro’, perfil de ‘Lorenzo Ocampo Sarmiento’ en Instagram (Ejemplo de construcción mediática: un “nombre especial” para resonar y desconectada de la identidad real).
En última instancia, cuestiono hasta qué punto somos actores activos en nuestra vida digital. Qué tanto control tenemos sobre nosotros mismos ante estas fuerzas externas que buscan el dominio de nuestra atención y, en consecuencia, nuestra existencia. McLuhan, dejó en su libro una pregunta fuerte: “Cuando este circuito aprenda a cumplir su tarea ¿qué piensa hacer usted?”
Como Max Renn que se enfrenta a una confusión entre el mundo real y el virtual, nosotros, inmersos en este entorno digital, también navegamos entre la autenticidad y la manipulación. La Internet, con su capacidad de conectar y segmentar, bien puede ser el concepto de la televisión en la película.
Videodrome concluye con la frase “Larga vida a la nueva carne”. Finalmente, me persigue una pregunta: ¿en qué tipo de carne nos estamos convirtiendo en esta era de algoritmos y pantallas? La respuesta, como nos advierte McLuhan, radica en nuestra conciencia y en la voluntad de resistir la seducción de un dominio que nos busca. Hay un control consciente sobre la conciencia humana. Ingeniería social, le dicen que, por cierto, es bastante perversa.
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