ANTE EL TIEMPO, EL RETORNO COMO RESONANCIA CRÍTICA DEL PRESENTE.
- Martín Montani

- 18 jul
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Actualizado: 23 sept
Por Martín Montani
La tradición de los oprimidos nos enseña que el estado de excepción en el cual vivimos es la regla
(Tesis ocho sobre la historia, Walter Benjamin)
Violencia, Policía y Estado de Excepción en Argentina desde una política de la imagen a través de la obra Nuda Vida de la Columna Durruti
El tiempo es una magnitud física que permite medir la duración de los sucesos y ordenar su secuencia, simultaneidad o distancia. Sin embargo, no avanza de manera lineal ni progresiva bajo una causalidad histórica. Desde esta perspectiva, se inscribe como una duración en conflicto con el tiempo establecido, configurando una imagen dialéctica atravesada por tensiones, pliegues y desplazamientos que retornan en formas de resonancias críticas al presente desafiando la historia oficial y reafirmando su potencial diferencia. Este ensayo parte de la dimensión política de la imagen para pensar una práctica crítica que cruce estética y biopolítica. A través de una mirada situada en el presente argentino, este abordaje se propone descomponer la des centralidad del orden y seguridad del vínculo entre el Derecho y la Violencia, expresado a través del aparato policial como forma de golpe permanente, legitimado por decisiones soberanas dentro de un Estado de Excepción. Cada imagen será abordada como lectura política reflexiva, al modo del ensayo fílmico Carta a Jane (1972) de Jean-Luc Godard y Jean-Pierre Gorin para describir que no se trata de una imagen como objeto mimético o representacional, sino de una mirada desobediente al régimen jurídico en la mirada del poder. Una zona de conflicto entre forma y contexto, entre política y montaje. Desde allí se propone una autopsia crítica: resonancia suspendida ante el tiempo. Antes, se presentarán algunos lineamientos sociales que enmarcan el registro artístico que motiva este ensayo. La siguiente práctica analítica emerge de una experiencia performática duracional de la obra escénica Nuda Vida, presentada el 26 de octubre de 2024 en la galería Arthaus, creada por la Columna Durruti, en la que participé en calidad de performer, a través del trabajo corporal.

Crédito fotográfico: [Andrés Manrique], 2024.) Edit.: Mariné
Contexto social y elementos de encuadre jurídico
En la primera mitad del siglo XXI, Argentina vivió una transformación abrupta de su trama política. En diciembre de 2023 se instauró un modelo de odio social selectivo y autoritarismo de mercado bajo la consigna del “déficit cero”. Este paradigma habilitó políticas de ajuste estructural, desmantelamiento de derechos y una discursividad reaccionaria contra toda instancia de diálogo y consensos democráticos. Se destacan dos normativas institucionales que configuran la excepcionalidad del presente. Primero: el Protocolo para el Mantenimiento del Orden Público ante el Corte de Vías de Circulación (Resolución 943/2023), que habilita la intervención policial ante cualquier interrupción del tránsito sin orden judicial. Bajo el pretexto de “restablecer el orden”, se institucionaliza la criminalización de la protesta social, erosionando el derecho a la manifestación como forma de disenso en un Estado democrático, e instaurando un régimen de seguridad, vigilancia y control territorial hacia un Estado policial. Segundo: el Decreto 383/2025, que reestructura la Policía Federal Argentina en el marco de la Ley de Bases N.º 27.742. Invocando la “emergencia pública”, crea el Departamento Federal de Investigaciones (DFI), fuerza de élite con autonomía en inteligencia criminal y dependencia directa del Poder Ejecutivo. Entre sus disposiciones más alarmantes se destacan la legalización de prácticas de vigilancia digital sin control judicial, la habilitación de detenciones preventivas basadas en la presunción de peligrosidad y la disolución progresiva de las garantías individuales. La ambigüedad deliberada del concepto de “seguridad del Estado” permite extender un aparato ideológico de persecución virtual orientado a identificar y neutralizar al disidente político como figura del “enemigo interno”. Bajo la retórica tecnocrática de “orden y eficiencia”, se consolida un modelo policial biopolítico que define la excepcionalidad como régimen de gobierno y avanza hacia formas de control fascinantes en nombre de una supuesta libertad. En este contexto emerge Nuda Vida, pieza escénica del colectivo La Columna Durruti —dirigida por Emilio García Wehbi y Maricel Álvarez—, estrenada en octubre de 2024 en Arthaus, se presenta como una contraimagen crítica que desmantela el aparato represivo y propone un desvío radical frente a la figura de autoridad.
Síntesis estética y dimensión de lo político en la mirada
Con una duración de 90 minutos, la obra Nuda Vida se organiza como un dispositivo escénico díptico que divide su práctica performática en una experiencia transicional entre dos espacios paralelos: la imagen-tiempo presente, situada en la planta baja, y la contra-imagen-tiempo utópica, en el piso superior. En el nivel inferior, cuerpos policiales irrumpen en un ambiente negro saturado, imponiendo una atmósfera de control, vigilancia y obediencia, mientras 7 integrante de la columna leen una serie de normativas legales (Declaracion de los DDHH, Declaracion de los derechos del niño, de la mujer, de pueblos originarios, entre muchos otros). en tono impersonal junto a un coro en el piso superior que entona una sonoridad coral solemne reproducida en la imagen-presente. La acción perfomática consiste en que los agentes antimotines son despojados por civiles de la columna Durruti progresivamente de sus uniformes, quedando reducidos el dispositivo del aparato represivo fascista a su mera corporalidad de nuda vida ante los ojos del público. Con esta contraimagen desnuda, la propuesta que sigue consiste en abordar dos fotografías de la pieza Nuda Vida, siguiendo una estrategia ensayística inspirada en el método del Grupo Dziga Vertov —particularmente en Carta a Jane (1972)—. Se propone una lectura clínica de lo político en la mirada, capaz de investigar la potencia de las imágenes en tensión. Frente a la aparente inocencia de la pregunta “¿Qué nos muestra esta imagen?”, se propone una mirada que desborde lo inmediato, abriendo una investigación biopolítica paralela. La pregunta será cómo y por qué cada imagen opera como síntoma del presente en conflicto, y de qué modo actúa como medio puro de retorno hacia un horizonte de resonancia crítica desde la acción performática, estética y revolucionaria.
Imagen tiempo presente

La imagen muestra un cuerpo policial de veinticinco hombres uniformados, compactados en formación cerrada, con armaduras negras antidisturbios. A simple vista, podría leerse como una escena documental más: cuerpos masculinos alineados en una coreografía disciplinaria. Sin embargo, la rigidez de su disposición proyecta una geometría autoritaria en el centro del cuadro. Lo que parece obvio —seguridad, orden, control— se convierte en umbral: ahí comienza la interrogación política de la imagen. Siendo así, debemos volver —y detenernos— en una pregunta fundamental: ¿Desde dónde mirar? ¿Cómo mirar? ¿Qué construye la imagen al mostrarse? ¿A qué régimen de visibilidad responde? Y, sobre todo, ¿cómo desmontar la mirada que nos mira sin reproducir el orden que impone? Más allá de su literalidad, la fotografía encierra una constelación de significados. Revela la persistencia de arquetipos visuales: la fila de hombres armados resuena con ecos históricos de autoridad represiva. En términos warburgianos, es un Nachleben: retorno póstumo de formas que reviven lo reprimido. La imagen muestra también cómo el Derecho, en alianza con la violencia, opera como forma de control sobre la vida y el espacio. En Para una crítica de la violencia, Walter Benjamin parte su ensayo al indagar a la violencia no como fin, sino como medio. A partir de esta premisa, se despliegan las dos grandes corrientes de la teoría jurídica moderna: el derecho natural (iusnaturalismo) que legitima la violencia por un criterio moral de justicia, y el derecho positivo (iuspositivismo) que lo hace por la validez formal de un conjunto de normas y procedimientos legales que legitiman y legalizan el uso por su autoridad. “Pese a esta oposición, ambas corrientes coinciden en un dogma fundamental: fines justos (gerechte Zwecke) pueden alcanzarse por medios legítimos (berechtigte Mittel), y medios legítimos pueden usarse para fines justos”. (Benjamin, 2009, pp.35-36). Sin embargo, la lucidez radical del autor alemán supera esta oposición al afirmar que la violencia no es exterior al derecho, sino constitutiva: lo funda y lo conserva desde dentro. Este movimiento pendular —que va de la fuerza al poder, y del poder a la fuerza (Serratore, 2009, p. 2) — se manifiesta con nitidez en el accionar policial, donde la violencia encarna esta ambigüedad, funcionando como fuerza que crea y preserva el derecho. La policía ocupa un intersticio jurídico-político donde su violencia, a menudo fuera del control judicial, se ejerce como soberanía discrecional. Zaffaroni advierte que esta selectividad policial responde a lógicas estructurales de criminalización secundaria, corrupción e impunidad. (Zaffaroni, 2000, pp. 16–17). En ese marco, la instrumentalidad de la política criminal habilita una discrecionalidad extra-normativa que permite al aparato policial constituirse como un poder soberano autónomo sobre determinados sectores de la población. Esta forma de ejercicio del poder —sin control, sin ley, sin límites— se configura como un golpe de Estado permanente dentro de los márgenes de la democracia. (Foucault, 2006, p. 338) Como lo señala Michel Foucault en Seguridad, territorio, población: se trata de un modelo de gubernamentalidad donde el Estado de derecho se ve atravesado por dispositivos de excepción que ya no necesitan declarar su carácter excepcional: actúan, operan y gobiernan en la normalidad como violencia latente y permanente en el espacio. Siendo así, cada vez que la policía suspende la ley en nombre de la doctrina de seguridad, comete una pequeña pero persistente usurpación de legitimidad. No se limita a conservar el orden como brazo armado del derecho: también lo funda, allí donde legisla sus propios edictos en los márgenes, allí donde el ojo judicial no alcanza. Como advierte Benjamín: “Es fundadora de derecho, porque su función específica no es promulgar leyes, sino edictos con pretensión de ley, y es conservadora en el sentido de que está a disposición de aquellos fines. Que los fines de la violencia policial fuesen siempre idénticos o solo estuviesen vinculados con los fines del derecho es una afirmación totalmente falsa.” (Benjamín, 2009, pp. 45). Se trata, entonces, de una violencia que opera como umbral de anomia: una violencia que funda y conserva simultáneamente, no desde un contenido jurídico sustantivo, sino como mitología operativa del vacío legal. En este doble movimiento —fundacional y conservador, legal y extralegal— la violencia policial se sitúa en el intersticio entre el derecho y su suspensión, entre el orden proclamado y la excepción encubierta.
Imagen tiempo utópica

La segunda imagen nos enfrenta al reverso: los mismos veinticinco hombres ahora desnudos, despojados de uniformes y armas. Ya no hay autoridad visible, sólo cuerpos vulnerables en posición de guardia. A primera vista, la escena nos propone una contra-imagen cargada de potencia simbólica.
Retornemos el ejercicio en esta segunda imagen la reflexión de la pregunta: ¿Qué vemos cuando miramos estos cuerpos sin ropaje? ¿Qué no podemos dejar de ver, incluso si creemos mirar otra cosa? ¿Podemos desconfiar de la imagen sin traicionar la mirada? ¿Es esta escena un gesto artístico o la denuncia radical de la vida reducida a su forma más vulnerable sobre lo viviente?
Ante el ojo del tiempo en la tormenta, esta imagen revela la inscripción de la nuda vida en el dispositivo soberano. En otras palabras, lo que aquí se revela es la manera en que el Estado moderno —mediante su lógica teológico-política— aísla al ser humano en su pura materialidad biológica, despojándose de su condición política, y exponiéndose como excepción a la regla. Según Agamben, el homo sacer encarna esta paradoja: un hombre que puede ser matado pero no sacrificado (Agamben, 2017, pp. 22). Su vida abandonada por el derecho y, sin embargo, retenido en su pura exposición. No pertenece plenamente a la comunidad, pero no está fuera de ella: es incluido por medio de su exclusión. Este marco de inteligibilidad se comprende desde el pensamiento del autor italiano, quien retoma y configura los términos clásicos griegos zoé y bíos. Mientras zoé refiere a la vida genérica, indiferenciada, que comparten humanos y animales —la simple persistencia de lo viviente—, bíos nombra una forma de vida cualificada, socialmente inscrita, que se despliega entre el nacimiento y la muerte de un individuo reconocido como tal. La nuda vida, entonces, es zoé separado de bíos: una vida que ha sido despojada de su politicidad, que no es ya sujeto sino resto, residuo, vida expuesta al poder sin mediación jurídica. (Agamben, 2017, pp. 11–21). Esta figura de vida desnuda no es exterior al orden legal, sino su institucionalización interna: el resultado de una suspensión del derecho que, paradójicamente, lo confirma. Es lo que Carl Schmitt nombra al decir que “soberano es quien decide sobre el estado de excepción”; y que retomando a Walter Benjamin, este logra destrabar este mito teológico-político al reformula en su octava tesis sobre la historia su ecuación: "La tradición de los oprimidos nos enseña que el estado de excepción en el cual vivimos es la regla. Debemos llegar a una concepción de la historia que responda a este estado. Tendremos entonces frente a nosotros nuestra misión, que consiste en procurar el advenimiento del verdadero estado de excepción". (Löwy, 2003, p. 96) En Argentina, esta lógica se actualiza en políticas que administran la exclusión desde dentro. Cuerpos legales pero desposeídos —jubilados, disidencias sexuales, artistas, migrantes, empleados estatales, entre otros— son incluidos como enemigos, inscritos y a la vez sustraídos de las decisiones soberanas.
Conclusiones finales
Estas dos fotografías, yuxtapuestas, producen un efecto de montaje dialéctico. Como imagen y contraimagen se conectan sin fundirse en una síntesis. Juntas, activan preguntas incómodas sobre nuestro presente argentino —y, por extensión, sobre la condición humana bajo regímenes de excepción. Lo notable de la obra de La Columna Durruti es que no se limita a evidenciar la violencia, sino que la sitúa. Corre el foco de la mirada del espectador e irrumpe el régimen de visibilidad dominante como medio puro (Benjamin, 2009). Este gesto, lejos de la denuncia frontal, invoca una potencia utópica: frases de Marx y Rosa Luxemburgo, proyectadas sobre placas visuales, y un canto coral que resuena como invocación espectral de una política revolucionaria desde otros tiempos retornan al presente inscribiéndose performativamente desde un dispositivo escénico corporal de potencia irresoluble: mostrar que el fascismo puede ser combatido como si fuese una acción directa pero no violenta sino mediante el acto humano de desactivación simbólica, donde la imaginación crítica produce desviaciones sensibles en la percepción del poder. Una política estética que la invoca desde la suspensión del orden. ¿Es posible diseñar formas no violentas de resolver los conflictos? Por supuesto, un modo es el lenguaje motivado por los vínculos entre acuerdos voluntarios que surgen del despertar de una conciencia compartida en comunidad. Solo así podrá comenzar a desactivar ese orden que, bajo apariencia de legalidad, reproduce la violencia como norma. Se propone entonces gestar una voluntad colectiva que se inscriba en los gestos, el afecto, los sueños y las formas del arte. Una voluntad que proyecte porvenir en aquello que aún no tiene forma, pero que sólo podrá construirse desde nuestra resonancia crítica, atenta a una ética situada, como un relámpago sobre la imagen en el tiempo presente. De no ser así, seguiremos como sociedad viéndonos desnudos, repitiendo nuestro fracaso bajo una luz blanca, armados, mutilados y sin derechos políticos. Entre ambas imágenes —la del orden y la del despojo—, la vida y la muerte luchan dentro de la filosofía del tiempo y allí, en ese instante suspendido, parpadea la historia.
Anexo: Participantes de la obra
La Columna Durruti: Elvira Tanferna, Emilio García Wehbi, Gabriela Sofía Britos, Leandro Ibarra, Marcelo Martínez, Maricel Álvarez, Martín Antuña.
Performers: Adrián Vera, Agustín Belloli, Alan Borsini, Ariel Dabbah, Cristian Díaz, Diego Berone, Edwin Bolaños, Emanuel Moreno Defalco, Francisco Parra, Gastón Guanziroli, Ikichka Harakirix, Inti Jacques, Jaguar Dorado, Juan Alejo García, Juan Francisco López Bubica, Julián Dubié, Lautaro Castro, Lior Telezon, Manuel Fuster, Martín Gross, Martín Montani, Mateo De Urquiza, Morizze Borzone Müller, Nehuen Zapata, Sebastián Raffa.
Coro de Jóvenes de la Municipalidad de Berazategui: Constanza Mulreedy, Daniela Sarriés, Elizabeth Cabrera, Eugenia Pompilio, Evelyn Arienta, Ezequiel Gauna, Federico Rodríguez Meilán, Francisco Serna, Franco Iwaniuch, Juan Colque, Julián Torres, Laura Vázquez, María Eugenia Natalucci, María Lidia Canosa, Melina Arienta, Nicolás Delli Gatti, Nicolás Vaccarini, Samuel Godoy, Sofía Peltzer, Sol Morete, Valentina Mazza, Zulma Serrano.
Asistentes a la dirección: Aldana Gaggia, María Belén Palmadessa. Dirección: Juan Peltzer. Dirección invitada: Matías Albornoz. Producción: Elvira Tanferna, Gabriela Sofía Britos. Diseño gráfico: Leandro Ibarra. Iluminación: Martín Antuña. Asesoría de movimiento: Juan Pablo Sierra. Concepto y dirección: Emilio García Wehbi, Maricel Álvarez.
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA
Benjamin, W. (2009). Para una crítica de la violencia (1920–1921). En Estética y política (pp. 35–36). Las Cuarenta.
Löwy, M. (2003). Aviso de incendios: Una lectura de las tesis “Sobre el concepto de historia” de Walter Benjamin (1.ª ed. en español). Fondo de Cultura Económica. (Obra original publicada en 2001).
Zaffaroni, E. R. (2000). Derecho penal: Parte general (2.ª ed. actualizada y ampliada). Ediar.
Foucault, M. (2006). Seguridad, territorio, población: Curso en el Collège de France (1977–1978) (H. Becerra & A. Lorite, Trads.). Fondo de Cultura Económica.
Godard, J.-L., & Gorin, J.-P. (1976). Carta a Jane Fonda: Investigación sobre una imagen. En R. Font (Ed.), Jean-Luc Godard y el Grupo Dziga Vertov, un nuevo cine político: Guiones de Viento del Este, Pravda, Luchas en Italia, seguidos de Carta a Jane Fonda (Cinemateca Anagrama, 13). Anagrama. (Obra original publicada en 1972).
Agamben, G. (2017). Homo sacer: El poder soberano y la vida desnuda. Adriana Hidalgo Editora.
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