El trauma y el veneno. Sobre "Todo igual y tranquilo como siempre" (2024).
- Matías Mansilla
- 2 jul
- 5 Min. de lectura
Actualizado: hace 4 días
-Matías Mansilla
Yamil Dora nació en Casilda, Santa Fe. Sus poemas fueron traducidos a varios idiomas y se publicaron en revistas de Chile, Puerto Rico, México, Estados Unidos y Francia. Además de sus libros de poesía, también publicó varias novelas como Los lindos (2017), Diez mil kilómetros de distancia (2019), Por la vereda con sombra (2020) y La africanita (2022). Todo igual y tranquilo como siempre, es su quinta novela.
El libro cuenta la historia de Federico. La gente de la ciudad le dice “Mudo” porque habla lo mínimo y necesario. Su andar es tranquilo y en sus ojos se refleja un sentimiento que nadie entiende del todo. Es muy joven, hace poco tiempo terminó la secundaria. Su vida está atravesada por la reflexión constante. Recorre la ciudad, trabaja en la Municipalidad repartiendo el café al resto de los empleados, escucha Sumo, va a la peluquería a leer y a la estación de servicio a tomar algo. Tiene una rutina bien armada. Es una persona de hábitos firmes, tal vez, el más firme de esos hábitos sea pensarse a sí mismo. Federico se auto narra constantemente: vuelve una y otra vez a lo que hizo, lo que hace y lo que piensa hacer. A través de esa auto narración lo vamos a ir conociendo.
Sus rasgos misteriosos y el humor involuntario hacen que caiga bien a la gente. Federico no es un antisocial, simplemente habla poco. Página a página vamos a querer conocer más de él, y así vamos a llegar al punto en que nos arrepintamos. Pronto en la novela se revela el hábito más macabro de Federico. El chico misterioso que trabaja en la Municipalidad preparando y llevando el café, con esa aura de inocencia y tranquilidad, no es otra cosa que un envenenador serial.
Entonces, nos damos cuenta de que nadie más sabe del secreto del Mudo. Nos volvemos cómplices. Y la novela se transforma en el retrato de un sociópata.
Todo igual y tranquilo como siempre está enteramente narrada en primera persona. Dora nos sumerge en una suerte de monólogo interno, valiéndose de un estilo brusco y preciso. Es concreto en las imágenes y minimalista en las descripciones. De esa forma, la lectura se vuelve intrigante y dotada de cierta adrenalina. Es como si el argumento fuera una niebla en la que entramos poco a poco, sin saber cuál será el próximo movimiento del autor.
Los pensamientos de Federico se condensan en fragmentos que hacen de capítulos de la novela. Cada capítulo/fragmento es una pincelada sobre su psiquis. La efectividad de Dora, en este punto, se ve en la corta duración de los fragmentos, algunos incluso tienen menos de media página. Así, antes de que nos demos cuenta, Dora va dibujando un camino indirecto, subyacente, señalando cada trauma y cada punto sin retorno.
Por otro lado, creo que es de destacar la habilidad de Dora para captar los matices que aporta cada personaje: desde el porte casi diabólico de aquel abogado conocido por todo el mundo como la Hormiga, con su actitud ventajera y sus mocasines desagradables, hasta la picardía del Senador, imponente, hábil, sucio para la táctica política, pero congraciado con Federico. Incluso se captan los hilos de sagacidad y sensibilidad en las acciones de la madre, o el humor y el costumbrismo en personajes amigos del protagonista. Esta precisión para captar los matices de los personajes ayuda a construir también la personalidad del Mudo, que es la ventana a través de la que vemos el mundo de la novela. El espacio solo existe una vez que el protagonista lo recorre y el tiempo solo transcurre si él lo percibe. Todos los personajes de la historia tienen un carácter que es pasado por el filtro de sus ojos, nunca los conoceremos de otra manera.

Edith Wharton, en Escribir ficción, distingue entre las novelas en donde las situaciones moldean a los personajes y las novelas en donde los personajes dan lugar a las situaciones. Esta novela es claramente del segundo tipo. Las consecuencias de los actos de cada habitante de la ciudad, por insignificantes que parezcan, marcan a fuego el avance del argumento y su ritmo. El principal ejemplo de esto es, por supuesto, Federico.
Desde el principio se establecen los términos en los que él ve el mundo: una lucha entre fuerzas del bien y fuerzas del mal en donde, o se toma una posición, o se sufre. Así, decidido a no sufrir y guiado tanto por instintos volátiles como por una visión cínica de las cosas, el Mudo decide usar el veneno para ratas como una forma de deshacerse de los que le hacen mal.
En el camino, piensa y escribe lo que piensa: sobre la ciudad, sobre el mundo y sobre la gente. Escribe pequeñas notas que nos engañan al fundirse con su auto-narración. Y a través de todo eso, vamos leyendo envenenamiento por envenenamiento.
Un chiste, un saludo con desgano o algún gesto cualquiera, nadie sabe qué va a ser aquello que detone su instinto asesino.
Después de todo esto, el Mudo queda lejos de parecer todo lo inocente que parecía en la primera página. Es en este punto en donde surge una manera interesante de leer la novela. Pienso que se puede hacer una lectura incrédula de Todo igual y tranquilo como siempre, esto es, leer como si el personaje que nos cuenta la historia nos estuviera mintiendo. Como si no todas las partes de su historia fuesen reales. Identificar los pasajes no verdaderos y descubrir, en lo que el personaje dice, el relato detrás del relato. De esa manera, vamos a poder pensar mejor en una de las preguntas que aparecen en la contratapa: ¿Es posible, es lícito, empatizar con un envenenador serial o, al menos, compadecerlo?
El último comentario es respecto a la posible respuesta. Hacia el final, hay un sentimiento de incomodidad que se vuelve abrumador. Es la clase de incomodidad que presiona los ojos para que exprimamos el libro. Los presiona y los estruja para que leamos apretando los dientes y entonces, en el punto culmine de ese sentimiento, aparece el último capítulo del relato. Son las últimas líneas, de ese último párrafo, lo que sentencia un destino inapelable para todos los personajes de la novela, incluso para el protagonista. Pero sería un error revelar más detalles acá. El libro hace las preguntas necesarias. Nosotros, leyéndolo, sacaremos nuestras propias conclusiones.

Todo igual y tranquilo como siempre, Autor: Yamil Dora. Año de publicación: 2024
Editorial: Salta el Pez Ediciones, Género: Narrativa, Subgénero: Narrativa argentina.
Número de páginas: 118, ISBN: 978-987-8374-44-4
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