¿Estás dormido todavía? Sobre “Estado Constante”
- Yamila Juara

- 24 sept
- 3 Min. de lectura
Por Yamila Juara
Estado Constante. Dramaturgia: Fernanda Provenzano Dirección: Fernanda Provenzano Dirección de Movimiento y Coreografía: Fernanda Provenzano Elenco: Victoria Casserly, Bianca Di Pasquale, Agustín García, Emiliano Kenyoumdjian, Bernardita Orengo, Camila Rimoldi, Lucas Ivan Romero, Federico Sorrentino Actores reemplazo: Martín Barbieri, Uma Puleio Música original y DJ: Jimena Roig Diseño de Arte y Escenografía: Phepandú Diseño de Iluminación: Fernanda Provenzano Diseño Visual en Proyecciones: Adriana Rizzoli Diseño Gráfico: Marian Morelli Producción: Phepandú
Día de Función: 13/09/2025 Teatro: Itaca Complejo Teatral Ciudad: Capital Federal País: Argentina

Afiche de Estado Constante, intervenido por Mariné
“Cuando uno nace, no lo preparan para todo esto”. Esta es la primera frase que escuchamos, entre el humo y una luz azul tenue, mientras un sonido ambiente casi imperceptible llena el espacio. Ocho cuerpos con pasamontañas nos observan, marcando el tono inmediato de la obra: un paisaje onírico que invita a explorar el inconsciente propio.
¿Alguna vez confundiste la vida con un sueño? La puesta en escena transmite mucho, pero no concreta nada. Una televisión apagada, un sillón cubierto con plástico, globos dispersos y otros elementos dispuestos de manera aparentemente aleatoria, como en una casa en plena mudanza, o los últimos momentos de una fiesta. Estos detalles inconexos realzan la sensación de extrañeza propia de un sueño. Las luces, las proyecciones y la música en vivo se entrelazan con sutileza, acompañando cada momento de manera decidida, gracias a un trabajo conjunto de iluminación, sonido y movimiento.

PH: Leila Assad Edit.: Mariné

A pesar de la belleza visual, la brutalidad del mensaje no se diluye. Se crean estados de tensión y descanso que se alternan constantemente, como si la obra nos empujara a transitar entre lo cotidiano y lo delirante. Pasamos de retratar conflictos laborales, familiares o de pareja, a momentos más corporales y caóticos, donde se exterioriza el tumultuoso interior de los personajes.
“Pierdo fe en la vida, o es la vida la que pierde la fe en mí”, “No me reconozco en el estallido, y sin embargo soy yo mismo”, “...unos se pasan la vida corriendo de punta a punta buscando una salida, empapados de violencia en una jaula infinita...” La prosa es bellísima, con momentos que golpean los sentidos, dejándonos indefensos en un suspiro. A veces, cuando el lenguaje es tan poético, puede haber cierta desconexión, nublando su significado. Sin embargo, Estado Constante logra evitar que su mensaje se diluya en la abstracción. Por el contrario, lo potencia. Las idas y venidas del texto, reflejo de nuestros pensamientos en espiral, no nos resultan ajenas. Esto es en gran parte gracias al trabajo performático del elenco. Desde el primer momento, se percibe la destreza corporal y la claridad en cada detalle. A veces, basta con una mirada, un movimiento de los dedos o un temblor al pronunciar una palabra. Es refrescante ver a un artista del movimiento que no se deja llevar por la tentación de mostrar todo su repertorio, sino que pone su cuerpo al servicio de la expresión. Esto solo es posible cuando el mensaje que se desea transmitir es claro. Estado Constante sabe perfectamente qué es y qué quiere decir.

Transitar este mundo resulta inevitablemente afectante, y no siempre de la mejor manera. Toda transformación conlleva una crisis. La vida misma es una transformación constante. El cuerpo y la mente están en crisis permanente, llevados al límite por un sistema que nos consume. Los protagonistas buscan constantemente conexión, escapes o respuestas. Con una interpretación visceral, los actores parecen luchar contra una fuerza interna que los paraliza. Cada acción que presenciamos es el resultado de su triunfo en esta lucha. Pero también surgen preguntas: ¿Triunfar es vencer, o es simplemente dejar de luchar? ¿Es la violencia una realidad o un sueño? ¿Es la salida una solución o solo el resultado de la falta de una válvula de escape en una realidad cruel?
La obra no ofrece respuestas a estas preguntas. No pretende dar una cátedra sobre los males de la sociedad ni cómo detenerlos. Su objetivo es simplemente expresarse dentro de esos límites, buscando en su público a aquellos que resuenen con su mensaje. El primer paso para sanar las heridas es reconocer que existen. “La crisis es el nuevo estadio constante.” Desde su título, la obra nos ofrece una reflexión desgarradora pero esperanzadora: Nada es para siempre, lo que puede ser tanto una fuente de terror como de alivio. Todo se repite porque el estado es constante. Acordate, todo siempre se repite. Caer y levantarse en un ciclo no es tan terrible si pensamos que una es vital para la otra. El dolor volverá. La alegría también.
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