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Cuando el movimiento se observa, se vuelve escritura: ¿Qué es S.O.R.M?

Por Marina Julieta Amestoy




S.O.R.M
El espacio se organiza antes del movimiento.

Hay un momento —difícil de fechar, imposible de fijar— en el que el cuerpo empieza a mirar. No hacia afuera, no como quien observa una forma terminada, sino hacia adentro del propio movimiento. Algo se afina en la atención. El gesto ya no sucede solo para ser ejecutado: sucede también para ser leído.

Ese estado no aparece como técnica ni como método aprendido. Aparece como necesidad. Como una forma de sostener la experiencia sin clausurarla, de permanecer en el movimiento sin apresurarse a nombrarlo. El cuerpo, entonces, no actúa: atiende. Y en esa atención se produce una primera escritura, todavía sin palabras.

Con el tiempo —y con la práctica— ese modo de atender fue tomando forma. No como sistema cerrado, sino como una organización posible de la experiencia. A ese entramado de observación, lectura y producción de sentido lo llamo SORM: Sistema de Observación y Lectura del Movimiento ( System of Observation and Reading of Movement).


UN SISTEMA EN PROCESO

S.O.R.M
Direcciones posibles. El movimiento como campo de fuerzas.

El SORM no nace de una teoría previa ni de un marco externo al cuerpo. Surge de la práctica sostenida, del trabajo escénico, del ensayo, del error, del volver a mirar. Surge, sobre todo, de una pregunta insistente: ¿qué pasa cuando el movimiento se observa mientras ocurre?

Observar, en este contexto, no significa analizar desde afuera ni evaluar una forma. Significa habitar el movimiento con atención, percibir sus desvíos, sus bordes, sus interrupciones. La observación no llega después: sucede al mismo tiempo que el movimiento se despliega.


Por eso el SORM no propone un conjunto de ejercicios ni una secuencia de pasos. No corrige, no ordena, no busca eficiencia. Lo que propone es un modo de estar: un estado de disponibilidad donde el cuerpo se vuelve legible para sí mismo.


LO QUE EL SORM NO ES


Nombrar un sistema implica también marcar límites. El SORM no es una técnica de perfeccionamiento del movimiento, ni un método de análisis coreográfico externo, ni una herramienta para traducir el cuerpo en conceptos, ni una forma de fijar sentido.

Muy por el contrario, el SORM trabaja con lo inestable, con lo que todavía no se organiza del todo. No intenta cerrar la experiencia, sino mantenerla abierta el tiempo suficiente como para que algo pueda ser leído sin ser reducido.


CUERPO, OBSERVACIÓN Y ESCRITURA


En el SORM, el cuerpo no es un objeto a describir ni un instrumento que ejecuta consignas. Es un territorio de lectura. Un espacio donde el movimiento produce signos antes de convertirse en forma, donde el sentido aparece como intensidad, como ritmo, como pausa.


Observar el movimiento desde el cuerpo implica correrse de la mirada evaluativa. No se trata de ver “si está bien” ni de reconocer patrones conocidos. Se trata de afinar la percepción: registrar cómo el peso se organiza, cómo el tiempo se estira o se comprime, cómo una decisión mínima altera todo el recorrido. La observación, así, no se posa sobre el movimiento: se mueve con él.

En ese desplazamiento, el cuerpo aprende a leerse. No como un texto cerrado, sino como un conjunto de indicios: tensiones, desvíos, insistencias. Leer el movimiento no es interpretarlo ni traducirlo a un significado previo. Es sostener la experiencia el tiempo suficiente como para que algo se vuelva perceptible. A veces, lo que se lee no es una acción, sino un borde. Un límite. Una interrupción.


S.O.R.M
Lo que el movimiento vuelve legible.


La escritura aparece después —pero no demasiado después. No como registro neutral ni como explicación. La escritura que emerge del SORM es una continuación del movimiento por otros medios. Conserva algo de su ritmo, de su respiración, de su lógica no lineal. No organiza el cuerpo: se deja afectar por él.


Por eso, escribir desde el SORM no es describir lo que pasó, sino acompañar lo que sigue pasando. La palabra no viene a fijar la experiencia, sino a mantenerla en circulación. Es una escritura que deriva, que vuelve, que se interrumpe. Una escritura que acepta no cerrar del todo.

En este cruce entre cuerpo, observación y escritura se produce un desplazamiento fundamental: el movimiento deja de ser solo material escénico para convertirse en modo de pensamiento. El cuerpo piensa mientras se mueve. Y ese pensamiento no siempre adopta forma de concepto: a veces aparece como gesto, como imagen, como frase breve que no busca explicar, sino señalar.


UNA ESCENA


S.O.R.M
Insistencia. Variación sin progresión.

El espacio está casi vacío. La luz es pareja, sin énfasis. No hay música todavía. Dos cuerpos ocupan el perímetro, no el centro. El centro queda disponible, como una zona que todavía no se activa.

Uno de los cuerpos desplaza el peso apenas hacia adelante. No es un paso. Es una decisión mínima, casi imperceptible. El otro cuerpo no responde de inmediato. Observa. No desde afuera: desde el propio estar ahí. La respiración se vuelve visible.


El tiempo se estira. Nadie apura el gesto siguiente. En esa demora, algo se organiza. No una forma, sino una atención compartida. El movimiento no avanza: se escucha.

Una mano se eleva, se detiene a mitad de camino, vuelve. El borde del espacio empieza a importar más que el recorrido. Caminar no es ir hacia un lugar: es sostener una lateralidad.

El cuerpo aprende a no ocupar el centro, a no cerrar sentido.


Lo que se observa no es el movimiento del otro, sino el efecto que ese movimiento produce. Un desvío del peso. Una tensión que aparece en la espalda. Una pausa que se vuelve necesaria. El cuerpo registra y ajusta, sin corregir.

No hay secuencia que repetir. Cada acción se apoya en lo que acaba de pasar y, al mismo tiempo, lo deja atrás. El movimiento se escribe mientras ocurre. No para ser recordado, sino para seguir.

Cuando más tarde aparece la palabra —en una nota, en un cuaderno, en una frase suelta— no describe la escena. La acompaña. Conserva algo de su ritmo, de su suspensión.

Es una escritura que no explica lo visto, sino que lo mantiene vivo.


S.O.R.M
Predesborde. El borde como zona activa


El SORM no busca establecer un método definitivo ni fijar una forma de leer el movimiento. Se construye en el hacer, en la atención sostenida, en la práctica que vuelve una y otra vez sobre sí misma sin repetirse.


Observar, leer y escribir desde el cuerpo no son acciones separadas, sino gestos que se contaminan entre sí. Cuando el movimiento se observa, algo del pensamiento se pone en marcha. Cuando se escribe, el cuerpo todavía está ahí.

Este sistema permanece abierto. Se prueba. Se ajusta. Se desplaza. Como el movimiento mismo, no se cierra: continúa.


Agradecimientos

A Susana Temperley, maestra de siempre, que me enseñó casi todo lo que sé: por su mirada, su exigencia y su generosidad.


A Josefina Zuain, por inspirarme con tantos (¡y cuántos!) libros de Segunda en Papel y, sobre todo, por Investigar modos de investigar, que abrió una puerta decisiva en este recorrido.


A todxs lxs que, durante 2025, me acompañaron sin saberlo en esta investigación —que sigue— y que este sábado 20/12 a las 21:30 se materializará como obra en Espacio Ek


A Maitén Aimé, colega y amiga, por ayudarme a desestructurar mi escritura: por empujarme a soltar, a cortar, a volver a escuchar el ritmo del texto.


A Martina Pawlak, compañera de una ruta que recién comienza: por el cuerpo compartido, la confianza y el movimiento que se vuelve pensamiento.


Al maravilloso equipo Mariné, por ser inspiración constante y sostén.


A todxs mis amigxs, que siempre bancan mi creatividad a costa de todo (sí, de todo).

Pero, sobre todo, a Anto.

A mis hijxs, siempre.

Y a vos.


Funciones confirmadas


Dos cuerpos en (des)borde (basado en la técnica S.O.R.M – Sistema de Observación y Lectura del Movimiento)


📍 Espacio EK🗓 20/12 y 07/02🕤 21:30 h


🎟 Entradas disponibles por👉 Alternativa Teatral👈

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