¿Quién sueña por nosotros cuando dejamos de soñar? Resonancias después de "Nosotros (el remate final)" de Leonardo Volpedo
- Martina Amadeo Paz

- hace 4 días
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-Por Martina Amadeo Paz
Nosotros. Dramaturgia y dirección: Leonardo Volpedo Elenco: Javier Swedzky, Leonardo Volpedo
Escenografía: Laura Cardoso Diseño lumínico y de espacio: Adrián Murga Arte
y realización de objetos: Laura Cardoso Realización Audiovisual: Leonardo Volpedo
Producción general: Cuerda Floja Teatro Funciones: Sala Teatral Inda Ledesma, Espacio Experimental Leónidas Barletta, Centro Cultural de la Cooperación, Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
@cuerdafloje.teatro @leovolpedo @centroculturaldelacooperación
“¡Qué lindo que es soñar! Soñar no cuesta nada”, podría resumir el eslogan de Eduardo, el agente inmobiliario que nos recibe en la sala. Con solo tomar asiento, nos convertimos en posibles inversores. Eduardo nos ofrece su visión de progreso, un sueño, al menor precio posible del mercado, entre discursos motivacionales, tips de coaching ontológico e historias familiares meritocráticas conmovedoras. ¡Imperdible! ¡El remate final! Aunque, curiosamente, la figura que encarna su speech es un repartidor de delivery precarizado que pedalea sin descanso ─ni aire ni tiempo─ para mantener viva la ilusión de un futuro mejor. En este sistema, algunos pierden el sueño, mientras otros lo subastan.


La obra expone las relaciones laborales en el capitalismo de plataformas y reflexiona sobre la pérdida de identidad y la colonización de los sueños. Los personajes de Nosotros son representados a través de objetos o de máscaras de animales. Una tetera o un pisapapeles puede ser el protagonista de una historia y el repartidor cambia de careta como de avatar a medida que avanza o retrocede en el metaverso de la plataforma de entrega a domicilio. Así, los trabajadores devienen objetos-mercancía u hombres mitad máquina, mitad bestia, en un sistema de sujetos automatizados que harán lo que tengan que hacer para cumplir los objetivos e intereses ─ ¿propios? ─. El agente inmobiliario es el único personaje plenamente humano, quizás, “demasiado humano”, vendiendo falsas ilusiones a precios accesibles.
¿Quién sueña por nosotros cuando dejamos de soñar?, es la pregunta motora de esta obra. El capitalismo ha inoculado su utopía y las mil formas del sueño americano, a través de la promesa de felicidad y libertad, ¿pero qué idea de felicidad y qué tipo de libertad ofrece? ¿Y a cambio de qué?
Después del espectáculo, me sorprende el recuerdo de una obra con el mismo nombre, pero escrita en otro tiempo y desde otro mundo. En 1920, en medio de la Revolución rusa, Evgueni Zamiatin escribió Nosotros, una novela futurista distópica sobre una sociedad que ha cedido el control total de la vida para conseguir la “verdadera felicidad”. Los habitantes de esta civilización no tienen nombre ni apellido, sino números. Tampoco tienen fantasías ni sueños ni deseos individuales; el “yo” ha dejado lugar a un “nosotros” homogeneizante.

PH: Cortesía Carla Segalini EDIT.: Mariné
Los hombres-número trabajan con horarios fijos y tienen rutinas estrictamente reguladas. De ese encierro, la flexibilización laboral impulsada por empresas digitales, como las de reparto—para las que pedalea nuestro delivery—, parece haber venido a salvarnos (aunque los algoritmos supervisen los movimientos de sus empleados y tengan sistemas de puntuación que determinan el acceso al trabajo). También viven en departamentos de cristal, siempre a la vista de todos. No tienen vida privada. Y la transparencia de los condominios se parece a los vidrios espejados de los rascacielos de lujo que conforman los mega emprendimientos arquitectónicos que avanzan en la ciudad (como el que Eduardo oferta).
La propuesta del escritor ruso es extrema: la solución final es una cirugía cerebral para extirpar ─de una vez y para siempre─ las fantasías y convertir a los ciudadanos en autómatas, tractores humanos al estilo Taylor, carentes de aspiraciones y sentido crítico. Así podrán ser completamente felices y completamente funcionales.
La obra de Zamiatin, como la de Volpedo, expone temas como la anulación de la singularidad, la pérdida de la identidad y la automatización de la experiencia en las sociedades modernas. Salvo por este pequeño detalle: aun en ese momento persistía la ilusión de que era posible soñar en función del beneficio de un “nosotros”.

En la novela del escritor ruso de comienzos del siglo XX, los individuos entregan su subjetividad bajo la férrea tutela de un Estado Único gobernado por una sola figura, el Bienhechor. En cambio, en el mundo representado por el artista argentino, esa entrega ya no responde a un ideal colectivo, sino a la lógica de los intereses mercantiles individuales. Las sociedades que cada obra interpela pertenecen a contextos históricos y culturales distintos —incluso, en cierto sentido, podrían creerse opuestos—, pero las dos funcionan bajo una premisa común: la promesa y la búsqueda de un ideal de felicidad (en todas sus formas variantes).
El psicoanálisis mostró que las masas pueden adoptar formas aparentemente distintas, aunque su mecanismo de cohesión es esencialmente el mismo. Lo que varía es el ideal que las une. El sueño de la felicidad, a veces, puede crear formas monstruosas.
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