"Nada es gratis", seguir viendo obras en Galpón F.A.C.E.
por Jezabel Amin para Revista Mariné.
3 de noviembre, un domingo especial. ¿De qué depende mi modo de adjetivar?
Voy a una milonga que no conozco, lejos, muy lejos, directamente interesada en bailar con alguien. ¿De qué depende mi interés? Alguien me acompaña desde los tangos hasta Galpón F.A.C.E. y puedo tener una buena conversación durante el viaje. Charlar algunas veces funciona mejor que otras. ¿De qué depende? Confesar cosas de algún rincón íntimo de la memoria, hablar de obras. Intuyo que con el milonguero que me acompaña compartimos curiosidades más allá de la pista. Hay una otredad que quiere quedarse cerca, al menos para ver una obra además de bailar: Nada es gratis. Vamos a verla a Parque Patricios.
Llegar al Galpón, saludar. No saber cómo presentar a la gente. Sentirme más adentro que antes, ver el lugar sabiendo que voy a escribir. Quiero sólo ver. Eso quiero.
El espacio está preparado. Mesas y sillas iluminadas con una luz blanca, espejos con azúcar que puedo tocar, pero no lo hago. Vengo distraída, podría prestar mejor atención a la puesta, pero estoy pensando en otra cosa. Pienso en el dinero, en cuánto voy a poder sostener la necesidad vital de querer bailar, actuar, cantar y en por qué vivo casi siempre corriendo. Las prácticas artísticas y los excesos. Tengo otro título para mi próximo escrito gracias a esta obra, es mi alimento. Pienso en la historia de la humanidad hacia atrás y los costos de la vida. No sé mucho sobre cómo funciona el mundo y la insistencia en pretender defender la función social del arte me deja sin dormir, mi inestabilidad económica también. Saludos en el Galpón, miradas cómplices, la altura de los techos me deja más espacio para pensar, miro la biblioteca, el piano. F.A.C.E. como refugio, trinchera, ¿comunidad?
Estoy acostumbrada a que me sorprendan acá y, sin embargo, saber eso no disminuye mi asombro. No es sorpresa, es otra cosa que me pasa en Dean Funes 2142. Vengo con ganas, me disfruto. Vengo también con miedos, con prejuicios, también con preguntas, con certezas, con deseos. Quiero mirar todo con los ojos más ingenuos posibles, como si pudiera retornar a un estado pre-poético y de ahí mirar, escuchar, sentir. ¡Ah! ¡El lenguaje! ¡Llegan las palabras de las artistas que ya están en escena y no puedo escapar de mis años civilizados! ¿O sí? La cuestión del dinero, la desesperación por comprar, por comprar, por comprar. ¿Todos queremos eso? ¿Cómo dividimos las riquezas del mundo? Ellas en la sala, preguntando sobre las compras, confesando sus vulnerabilidades, explicando la división de las materialidades y haciendo movimientos simples que podría hacer “yo”, van mutando a cosas que no sé si podría hacer “yo”. Me tengo harta, cansada, aparezco siempre, hasta en el azúcar derramada en el piso estoy “yo”. Ahí, tirada, incómoda, sucia, desmedida. Las artistas cuestionan cosas, confiesan miedos, juegos, la música aparece y genera otra capa más de información. Me siento en ellas. Me aparecen reflexiones sobre los deseos, las confesiones, preguntas. ¿Y ahora qué hago con todo lo que ya sé? ¿Y si estoy equivocada? ¿Y si no puedo echarle la responsabilidad de mis carencias a nadie más? Verlas, escribir en relación a las creaciones. Vuelvo a mirar, me veo en sus gestos, las celebro, las veo tocarse, frotarse, retroalimentarse en escena. ¿La frontera entre el adentro y el afuera siempre es clara? Dejo de pensar en cómo pagar cuentas, cuidar mi casa, veo. Mentira, veo con todo eso, pero me percibo más liviana. Con la historia trágica de la humanidad no estoy sola, me siento parte de algo más.
PH: @maitelecco
Edit.: Mariné
¿Cuándo comenzó todo esto? Las cosas están repartidas, es un axioma que enseñaron en la escuela. ¿Por qué viendo teatro pienso en el mundo? ¿Cómo hago para ver la realidad sin los lentes de la ficción? ¿O es al revés? ¿Cómo hago para que alguien más quiera estar acá conmigo? En F.A.C.E., digo. Las escucho decir, mover, expresar cuestionamientos que también me incluyen. Las siento reclamando algo, se encienden, me enciendo con la música. Ellas dialogan con lxs espectadores y ruego que no me hablen a mí. Tal vez todxs necesitamos ser mirados, tal vez todxs tenemos miedo.
Días después charlamos con Josefina y Julieta por zoom. Me cuentan de sus años de formación, y de cómo cambiaron su percepción de lo real por sostener una metodología de creación, por dejarse hablar por sus curiosidades y deseos, por permitirse el extrañamiento para vivir la ciudad, me cuentan del trabajo con los textos de Fagner Pavan, de Lucía Gianonni, de la contención y el acompañamiento. Acá otra vez, el amor como sostén y el cuidado de lo vincular como ingrediente fundamental del proceso creativo en Galpón F.A.C.E. Escucharlas me hace sentir que estoy en el lugar adecuado. ¡Todavía estoy viva!
Pasan los días, al milonguero no lo vuelvo a ver. Tal vez se dio cuenta de que mi corazón ya tiene dueño. No entiendo por qué me contaron tantos cuentos sobre el amor. Ahora llevo la fantasía como filtro y deliro creyendo que algún día me voy a encontrar con alguien que me mire y a quien pueda mirar. Tal vez sí quiero pertenecer. Tal vez pensar cuestiones de propiedad para estas cosas es un mal cuento o uno barato que compré carísimo. ¿A quién le vendo mi tiempo? Vivo regalada.
Mirar las obras, charlar con ellas en mi imaginario me transforma y sigo diciendo gracias por eso. Quiero seguir hablando con lxs artistas porque ellxs también son parte de sus creaciones, ¿verdad? Hay quienes creen que haciendo divisiones de escritorio pueden poner etiqueta y separar: de acá para allá, la obra, de allá para acá, lxs artistas. ¿El pensamiento analítico es siempre bienvenido? Me siento un poco troglodita, un poco ignorante, un poco como mi abuela que, sin haber terminado el secundario, pudo nutrirse de lecturas, pero siempre vivir un poco fuera de lo “normal”. Tal vez ella sólo era artista y no la supieron entender.
Esta es la segunda coproducción que veo del Galpón. La primera, Entre Paréntesis, la vi dos veces, dije que iba a volver y no pude. Viviría viendo obras hasta marearme, hasta el exceso, hasta perderme. Creo que me cuentan cosas, que me hacen pensar distinto, que también me hacen también sentir ignorante, entender y no. Acá puedo ser honesta hasta con mi desorientación.
Retomo el recuerdo de la conversación. Pienso en las palabras de Julieta, en ella hablando de sus ganas de bailar, pienso en mis ganas de bailar, pienso en las tensiones del mundo, en las obras, en lo poco que sé de las cosas, en Josefina, ella como socióloga, artista, tal vez me puede contar más. Ellas me hablaron de cómo mezclaron sueños, su autobiografía y anécdotas personales para crear.
¿Por qué somos esclavos todavía? ¿siempre fue así? La obra permea y es permeable al contexto sociopolítico. Como todo lo demás. Tal vez lxs artistas estamos desesperados porque sentimos por todos lados el peligro de extinción, el robo del tiempo, sólo podemos insistir con prácticas creativas, jugando con la ilusión de dejar buenas preguntas (le robo palabras al milonguero). Pienso en mis deseos de crear, pienso en ellas. No sé si salvamos al mundo, pero intentamos seguir viviendo, eso seguro. Escuchar anécdotas sobre el proceso de creación de Nada es gratis, escuchar a las performers hablando con entusiasmo de las tutorías, hablando de escribir, hablando de los encuentros en las casas, a ellas hablando de los diferentes registros. No estoy sola. ¡La vida tiene sentido! Porque mientras bailo, canto, actúo, doy clases, lloro, leo, pienso en la violencia estúpida de la materia, me siento acompañada por Nada es gratis. Tal vez lo que le pase a este “yo” no importe mucho; también escribo por, para alguien más. Quiero volver a verlas. Julieta y Josefina, cuerpos cotidianos (¿qué será esto?) y cuerpos que se expanden para seducir y ser comprados. ¿Las querés comprar? ¿Querés verlas y verte? ¿Hasta dónde están dispuestx a ver? ¿Qué hay detrás de tus ojos? ¿Qué miras cuando miras? ¿Dónde estás?
Me gustaría escribir algo serio, profundo, más real sobre las relaciones entre el arte, el dinero, la sexualidad. Pero tengo que correr. Mi tiempo nunca es suficiente. ¿Vos también vivís así? ¿Qué dice tu corazón? ¿Cómo querés seguir viviendo?
El 24 de noviembre vuelven a estar en el galpón. ¡Ojalá puedas hacerte el tiempo para estar ahí! Quiero estar presente. Vivo regalada. Nada es gratis.
Un poco más sobre Colectivo Desmesuras y las artistas.
El Colectivo Desmesuras está integrado por Josefina Correa (chilena), bailarina y socióloga; y Julieta Varela (Argentina), directora escénica, intérprete y productora. Se reconocen como creadoras de artes escénicas con especial interés en el teatro físico y los dispositivos híbridos que utilizan diversos lenguajes artísticos.
Josefina y Julieta se conocieron en la formación F.A.C.E. Una de esas noches ventosas de Buenos Aires, Julieta y Josefina fue a comer a un restaurant de la calle Corrientes, al salir de ver una obra. La obra no les había causado tanta inspiración como para conversar de eso, sin embargo, estuvieron horas hablando de qué harían si fueran millonarias…
“Mi mansión estaría en tal barrio, con tales características…” “Ah, no, pero, hay que contabilizar una persona que te ayude a cuidar las plantas” ...” Claro, y los viajes de cada semestre” ...
Desde ese momento, comenzaron, sin saberlo, el Colectivo Desmesuras.
Entre conversaciones acerca del cuestionamiento filosófico de la interpretación en artes escénicas, las ofertas del supermercado en útiles de aseo, de cómo conviene ahorrar hoy en día; hasta las juntas a cocinar, los abrazos, caricias y la compañía en las diversas situaciones personales, artísticas y laborales, el colectivo Desmesuras hoy trabaja diariamente en la investigación Nada es Gratis. Por más que las temáticas de conversación son atravesadas directamente por las lógicas del sistema capitalista, las maneras de trabajar y vincularse intentan divergir a estas lógicas, jugando con las posibilidades del ser y el hacer, mientras pagan sus alquileres y cuentas.
Dicen las artistas:
Nuestra vida cotidiana es el primer y principal impulso de nuestra investigación, el trabajo diario, las compras que hacemos, los deseos que tenemos. Nos pulsa el hambre de investigar el exceso, el deschavamiento de los cuerpos, la cotidianidad del deseo, de la adicción al consumo y a la producción de manera simultánea, el estar constantemente arriba y adentro de la máquina, a la vez que nos preguntamos por esta máquina. Explorar y develar las capas internas de nuestros cuerpos y las repercusiones de este sistema en ellos, ¿que tienen para decirnos? ¿cómo se mueve el exceso? ¿Cómo percibe la piel este exceso, los órganos, la respiración?… ¿cómo nos vendemos como artistas? ¿Qué es el éxito? ¿Cómo hacemos que nos compren? ¿El vender mi arte está separado de mi arte? ¿Es arte vender mi arte? ¿Cuánto estoy dispuesto a sacrificar de mi arte para tener likes, espectadores, aplausos, dinero?
“Soy un producto, pero me rehúso a ser comprada, pero necesito ser comprada. Necesito que me compren para poder comprar. Necesito hacerme publicidad, para aparecer en una publicidad, para comprar lo que sale en la publicidad para poder comer y hacer lo que me gusta hacer qué es arte que problematiza el comprar”.
Problematizamos y concientizamos cotidianamente nuestros deseos de consumo, pensando en que: “El éxito del neoliberalismo reside pues en la transformación del modo de relaciones de las personas con el resto y consigo mismas en una constante y perpetua lucha” (Arahuetes, 2023).
[1] Pregunta escuchada a Silvio Lang, en contexto de segundeo artístico.
[2] Escrito por Josefina Correa y Julieta Varela.
Nada es Gratis. Dirección, dramaturgia, interpretación: Josefina Correa y Julieta Lucila Varela
Música en vivo: Sebastián Toro Asistencia de dirección y diseño de luces: Mauro Silva
Asistencia de dirección de movimiento: Raymi Etulain Montealegre
Tutoría: Fagner Pavan
Diseño Gráfico: Francisca Zabala
Video: Máquina de efectos
Producción: Galpón FACE y Colectivo Desmesuras
Agradecimientos: Lucia Iacarino, Mayrene Marquez, Inés Armas, Mirta Velazco