Elásticas y desatadas: lo fragmentario femenino en "Elefantes. La vida en los Pliegues"
- Martina Pawlak
- 26 jun
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Actualizado: hace 4 días
-Por Martina Pawlak
La obra empieza con dos mujeres suspendidas del cuero cabelludo. Visten trajes que emulan bolsas, cubren el cuerpo de cuello a pies y, mediante elásticos, fragmentan sus formas, reduciendo al máximo la posibilidad de moverse. Esto me hizo pensar en la simbología que acarrea la fragmentación del cuerpo femenino y su transformación en mercancía. Por otro lado, estas bolsas ceñidas al cuerpo traen reminiscencias de un chaleco de fuerza, lo que supone una referencia al campo simbólico de la psiquiatría: otro campo de la actividad humana que, desde sus inicios, se encargó de estigmatizar a aquellas mujeres que salían de la norma.

A la manera de reses, las mujeres cuelgan, expuestas a la mirada del espectador. En una contemporaneidad en donde los cuerpos femeninos son fragmentados a través de la mirada masculina en órganos sexuales –como un catálogo de autopartes, lo que pondera este capitalismo visual es una visión de la mujer como “conjunto” de órganos eróticos– Elefantes. La vida en los pliegues renueva la discusión sobre qué implica habitar un cuerpo de mujer.
Al respecto, dice la socióloga Eva Illouz en El fin del amor: “el fraccionamiento es característico de la manera en que los hombres miran a las mujeres y entablan relaciones con ellas (haciendo hincapié en las tetas los culos o las piernas), pero también se naturaliza cada vez más en la cultura de las imágenes que circulan por los canales de las nuevas tecnologías. El fraccionamiento es un mecanismo cognitivo clave para ignorar el yo de las mujeres” (p. 187).

PH: Martina Pawlak. Edit.: Mariné
Desde las aplicaciones de citas y las redes sociales que fomentan la internalización del propio cuerpo como objeto de consumo, hasta las distintas industrias que nos venden una crema específica para cada parte, hoy tener un cuerpo de mujer se siente como estar a cargo del monstruo de un Frankenstein al que hay que embeber de productos empaquetados en envoltorios rosas. El punto es que, lejos de pasar desapercibido, el vestuario simboliza toda esta lógica perversa y consumista.
En Elefantes, el movimiento comienza en el rostro, donde se empieza a deformar la gesticulación hasta que esa contracción de músculos se traslada al cuerpo. La pieza se desarrolla a través de espasmos que recorren a las intérpretes. Los pliegues, tanto del cuerpo como del espacio –cubierto de hojas secas que subrayan el rol de las texturas en la obra–, van adquiriendo cada vez más protagonismo.

A grandes rasgos, las intérpretes pasan de estar encerradas en los vestuarios que las cercenan a liberar una a una las partes del cuerpo. Los movimientos son texturados: van de espásticos a suaves, y viceversa. Así, se genera un diálogo ripioso donde pendulan, se atraen, se buscan y se repelen. Hay un extrañamiento en el lenguaje corporal de esas dos mujeres: los elásticos que las seccionaban y el mecanismo que las sujetaba del cuero cabelludo instalan una lógica de tensión, tanto entre ellas como consigo mismas.
En su libro El Pliegue, Deleuze se adentra en los pliegues del arte Barroco:
“Sucede como si los repliegues de la materia no tuviesen su razón en sí mismos. Pues el Pliegue siempre está entre dos pliegues, y ese entre-dos-pliegues-parece pasar por todas partes: ¿entre los cuerpos inorgánicos y los orgánicos, entre los organismos y las almas animales, entre las almas animales y las razonables, entre las almas y los cuerpos en general?” (p.23).
En Elefantes, a medida que avanza la obra, el cuerpo individual va metamorfoseando en un cuerpo doble, profundamente afectado tanto por sus propios pliegues como por los del espacio que lo rodea.
Retomando la lógica del elástico, la tensión entre estas criaturas-mujeres en escena puede leerse como una puja de poderes; aparece el conflicto en tanto deben aprender a caminar sin aquello que las sometía y luego surge el problema del par.
¿Qué hago una vez que reconozco a esta otra criatura que tiene características similares a las mías? ¿Cómo se desenvuelve el vínculo entre mujeres en un capitalismo escópico que nos hace competir continuamente entre nosotras, ya sea a nivel estético, profesional o incluso espiritual?
En esa exploración de la nueva libertad adquirida, las subjetividades se desorientan. A través de lo sensorial transmiten sensaciones de clausura, interdependencia, e incluso perplejidad ante el mecanismo que las aprisionaba, pero que también les funcionó como guía. ¿Acaso aquello que nos estructura no es lo mismo que lo que nos somete? ¿Qué es, si no, la rutina? ¿Y la identidad?
El extrañamiento que se genera entre los pliegues internos y externos de estas dos intérpretes y sobre sí mismas, termina resolviéndose en la unión; ambas configuran un lenguaje común inaudible para el espectador, hecho de gesticulaciones, onomatopeyas y tacto. A raíz de un pasado común logran entenderse, despojarse del vestuario que las limitaba y de su carga simbólica. Todo concluye en la metamorfosis hacia un cuerpo conjunto, donde se revela el enigma del título de la obra. De esta manera, luego de la tensión y el sufrimiento, surge una nueva forma identitaria: el cuerpo doble, psiquiátrico y fragmentado deviene animal, completo, mancomunado.
Elefantes. La vida en los pliegues. Intérpretes: Eliana Bonard, Evelyn Tagliabue
Creación: Eliana Bonard, Virginia Ravenna Diseño de vestuario: Eliana Bonard, Isabel Olascuaga
Redes Sociales: Evelyn Tagliabue Realización de vestuario: Macarena Cianci Padoan
Música original: Santiago De La Fuente Diseño De Iluminación: Miguel Ángel Solowej
Fotografía: Isabel Olascuaga Diseño gráfico: Mauricio Car
Asistencia de dirección: Virginia Ravenna Producción: Eye
Coreografía: Eliana Bonard, Virginia Ravenna
Dirección Coreográfica: Rhea Volij
Dirección general: Eliana Bonard
ESPACIO CALLEJÓN (Humahuaca 3759) -Domingo - 20:00 hs - Hasta el 06/07/2025
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