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Cánticos de un cuerpo sin género: una fragilidad que resiste.

Actualizado: 4 ago

-Por Martina Pawlak


Le performer cuelga del techo, suspendide por un dispositivo de suspensión capilar que creó. La imagen irrumpe por su potencia visual: el cuerpo sin género, flota. Sin embargo, esa levitación no es gratuita. Hay dolor, riesgo y un gesto radical de denuncia.

La escena se organiza en un círculo. El público entra en un campo de tensión compartida. Todo puede fallar. Pero justo ahí, donde lo escénico se vuelve precario, emerge una verdad encarnada. Lo performativo se funde con lo ritual: le performer se auto-esculpe, se momifica con vendas de yeso, se transforma en su propio dispositivo.

La suspensión capilar opera como técnica y metáfora. Implica autonomía, sí, pero también una violencia tácita: todo el cuerpo se sostiene de un solo punto, el cráneo. La paradoja se vuelve estructura. Lo queer no se presenta como moda o etiqueta sino como modo de estar en el mundo, adyacente, vulnerable y mutante. Un cuerpo que se rehace porque ya no quiere representarnos, ni representarse.

CÁNTICOS DE UN CUERPO
PH: Martina Pawlak. Edit.: Mariné

CÁNTICOS DE UN CUERPO

El vestuario, hecho de plástico transparente, revela la desnudez. La escena vibra de una forma que no puede nombrarse con categorías fijas. En un mundo que insiste en coagular la identidad, esta pieza escénica apuesta por el movimiento, por lo blando, por lo que se fuga. "Mi desnudez inmóvil te denuncia y te refleja", dice una voz que no es solo suya, sino nuestra también.

El trabajo con los elementos es preciso: una vasija con agua, rollos de yeso, luz estroboscópica y flashes que interrumpen la linealidad del tiempo. El vestuario no es un accesorio, es el relato material de una transformación. Como en las performances de Olivier de Sagazan, hay algo monstruoso en ese gesto de desfigurarse, de alterar el rostro para construir otro. Lo queer surge y se despliega como forma de desobediencia corporal, de interrupción de la norma sensible.

Cánticos de un cuerpo sin género se permite habitar la intemperie. Le performer, con los ojos vendados, confía en una intuición ciega para volar sobre el espacio escénico. No hay lugar para la comodidad: el riesgo está en cada movimiento, en cada contacto con el público. Lo performativo se vuelve una forma de saber corporal que excede las palabras.



CÁNTICOS DE UN CUERPO
PH: Martina Pawlak. Edit.: Mariné



En la escena final, le performer apuñala la estructura que le sostenía. Se corta a sí misme. ¿Qué significa esto? Tal vez que incluso lo que nos eleva puede volverse prisión. Que reinventarse es también saber cuándo destruir la forma anterior. Que el cambio continuo es la única posibilidad real de libertad.







Queerass(é) Acto 1. Creación y performance: Mau Cugat. Colaboración musical: Germán Caro Larsen, Milo Cabezas. Colaboración iluminación: Yann Le Roux. Prensa: Prensópolis. Duración: 45 min


Función: 25/07. Que trén-Club Cultural.

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