La espesura incandescente o vocación de volcán: sobre "La ley de los volcanes", de Adrienne Rich, en traducción de Sandra Toro.
Por Antonella Cozzi
“Las reglas se rompen como un termómetro”.
(Adrienne Rich)

La poesía de Adrienne Rich es una erótica revolucionaria: un barajar y dar de nuevo contra la sensibilidad hegemónica de una lengua que se aburrió de sí misma. Una respuesta política lúcida, queer, desobediente para despabilar la lingüística oclusiva de un mundo que busca decolorar la otredad (una y otra vez, en su insistencia represora).
La ley de los volcanes, en su edición bilingüe de elefante editorial y con traducción de Sandra Toro, no es una colección más de poemas rescatados del olvido: es un sismógrafo de las tensiones entre el lenguaje, el cuerpo y la historia. Cada poema es un deslizamiento tectónico que cobra una vigencia rabiosa en nuestro tiempo. Una recuperación del cuerpo como territorio fértil de significación. El cuerpo de Butler, sí, como ese “campo de batalla donde se disputan las reglas”, pero también el de Alejandra, ese “amado espacio de revelaciones”.

Foto de Adrienne Rich (intervenida)
Cartografía del fuego en tres tiempos
En La ley de los volcanes, se nos presentan textos de tres períodos distintos de la obra de Rich en modo antológico: Instantáneas de una nuera (1958-1960), Cartografías del silencio (1974-1977) y Veintiún poemas de amor (1974-1976; una respuesta jocosa y desafiante a los Veinte (…) de Neruda y toda su heteronorma). Cada una de estas etapas sedimentan un estrato diferente en la geología de su voz.
En Instantáneas de una nuera, nos encontramos con una Rich exploratoria de su propia potencia; ya comienzan a emerger algunos de los tópicos y tropos que luego revisitaría a lo largo de su devenir poético: la revisión crítica del rol de la mujer y “lo femenino” en la sociedad, y la puja entre tradición y ruptura.
Una mujer que piensa duerme con monstruos.
Se convierte en el pico que la sujeta. Y la Naturaleza,
ese baúl espacioso de tempora y mores
con la tapa suelta
se llena de todo eso: los azahares mohosos,
las pastillas femeninas, los pechos terribles
de Boadicea bajo las orquídeas y las cabezas de zorro (…) .
En Cartografías del silencio, los versos, sus estructuras, alcanzan la madurez de una filosofía explosiva: las reflexiones de Rich sobre el lenguaje, sus alcances y posibilidades (las reales, las imaginarias, las que quedan entre el sueño y la vigilia) parten desde el abrazo al silencio como condición necesaria para la expansión de la palabra. Para su efectividad plena en lo que tiene de refugio, de utilidad y de belleza. “Ser menos ostensible es una propuesta mágica y difícil; como desenrollar el silencio desde la multitud férrea de uno mismo”, nos diría Mariela Laudecina.
Al igual que en la música, el silencio de Rich tiene un tiempo, un pulso, un peso específico en el espacio. Pero no se confundan: silencio no es ausencia.
El silencio puede ser un plan
ejecutado con rigor.
Finalmente, Veintiún poemas de amor es la pasión derramada, la exploración del deseo desde un lirismo que, con exuberancia humilde, se raja como una piedra y se comparte a sí mismo a borbotones. Escritura indócil e insurrecta.
Hay algo de inclemencia tierna en la forma que Rich tiene de nombrar el mundo. Un corrimiento del sintagma “ternura” hacia las comisuras del ardor:
Cada pico es un cráter. Esa es la ley de los volcanes,
lo que los hace eterna y visiblemente femeninos.
No hay altura sin profundidad, sin un centro candente,
aunque se nos deshilachen las suelas contra la lava endurecida.
Quiero viajar con vos a cada montaña sagrada
que humea por dentro, como la sibila encorvada sobre su trípode,
quiero estirarme para alcanzar tu mano al escalar la senda y
sentir tus arterias brillando en mi mano,
sin dejar de notar nunca la flor pequeña como una joya
desconocida, sin nombre hasta que la nombramos,
prendida a la roca que cambia lentamente –
ese detalle de fuera que nos lleva hacia dentro,
que estaba ahí desde antes, sabía que íbamos a venir, y ve más allá.
En este punto, vale destacar la traducción cuidada, oportuna y sensible de Sandra Toro que encarna y performa, como en un ademán metapoiético, los propios conjuros de Rich sobre la lengua como ritual absoluto. Como materia dispuesta a empujar sus propios límites plásticos y ser, a la vez, hogar, katana, agua mansa y lava bullente.
Con un español rioplatense que interpela profundamente a quienes leemos a la poeta desde el voseo austral, Sandra Toro logra arder en dos lenguas y acercarnos su obra desde un punto mucho más profundo y prismático que el de trasladar forma y sentido de un sistema a otro: hace presentes, con marcas textuales, las inquietudes de Rich por las cuestiones de género, su búsqueda por las implicancias culturales de la idiosincrasia de su lengua, las de la nuestra, la experimentación formal.
No es una traducción que domestica, sino que preserva el riesgo. Porque las palabras, nos dice María Negroni, "siempre rompen algo".
¿Qué clase de bestia convertiría su vida en palabras?
¿De qué se trata esta
expiación?
— y, sin embargo, escribiendo palabras así, yo también vivo.
(Adrienne Rich)

Adrienne Rich (Baltimore, 1929 – California, 2012) fue una poeta, ensayista, académica estadounidense y una de las escritoras más influyentes del movimiento feminista. A lo largo de seis décadas de producción literaria, publicó más de una veintena de poemarios e incontables ensayos. Con una voz singularísima, logró introducir las discusiones sobre género, raza y clase en el discurso poético. En palabras de Margaret Randall, “la naturaleza revolucionaria de su obra no solo proviene de su objeto de estudio, sino de las formas innovadoras en las que usó el lenguaje mismo, convirtiéndolo en un vehículo superveloz de lo que escribió”.
Ficha técnica:
· Título: La ley de los volcanes
· Edición bilingüe español – inglés
con traducción de Sandra Toro y prólogo de Margaret Randall.
· Primera edición.
· Editorial: elefante
· Año: 2021
· Tamaño: 21 x 14, 8 cm.
· 116 páginas.
👉 Encontrá este (gran) libro en LIBROS MARINÉ 🛒📚