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Mariné Amestoy

Cuerpos como textos: narrativas de la (in)corporalidad en pandemia

Actualizado: 1 sept 2023

Entrevista a Manuela Méndez por Marina Amestoy


Un mar de palabras que van haciendo mundo,

de mundos, reproduciendo(se), resonando, quedando

en el medio, atrapados en anécdotas (muy) personales.

Manuela Méndez y Marina Amestoy.


Podría decir muchas cosas de Manuela Méndez; de hecho, las iré diciendo a medida que mi charla con ella, que ocurrió una tarde de sábado y sol (Zoom mediante), vaya llevándome a escribirlas en el “momento justo” si es que esa figura, hoy por hoy, aún existe y sobrevivió al derrumbe de mundo como mundo o, al menos, el que solíamos (re)conocer. Pienso: cuántas veces he puesto en duda esto de que el mundo ya no es lo que era y eso me ha llevado a pensar en qué será de nosotros en él. Y, en esa calesita sin plaza, o mínimo sin (una) base desde donde poder ser, me pierdo, pero siempre vuelvo.



Como ahora, que estamos en ese sábado ella y yo preguntándole, a modo de charla informal, quién es, cómo se define, cómo se gestó el proyecto que nos convoca. Para intentar ver más allá de su franca sonrisa y sus ojos que inquietan por el “don” de (un) poder-hablar o saber-decir, sin intención, cuánto hay (aún) por hacer. Y qué mejor que una artista, docente, gestora e investigadora, para transmitir ese todo conformado por un pensar en movimiento, así como de un seguir haciendo impulsado por preguntas que llevaron a Manuela a una experiencia poderosa en términos de empoderamiento y (de)constructora en tanto posibilidad para re-pensar; y volver a hacer desde lo que sea que quede.



Tal como versa el proyecto, desde sus primeras líneas en la página web : "Aquí estoy" es “un retrato colectivo multilingüe de pandemia, construido por Whatsapp entre personas desconocidas”. Una compilación polifónica de relatos para ver y leer: 90 páginas que retoman, de forma cruda y directa, las conversaciones entabladas entre estos extraños que se miran en lenguas desde distintas partes del mundo. Todo ello, en diálogo performático con un mapa planisferio que, de algún modo, juega a la perspectiva por geolocalización, indicando los puntos de partida y de llegada de esos mensajes viajeros.


Y aquí está parte de la conversación de esa tarde en la que la idea de impulsarnos al futuro con envión reflexivo primó, por sobre todas las cosas:


Empecemos por lo que, creo, debería ser el comienzo. Tenés más de un perfil; es decir, cubrís varios roles (o frentes) y con ellos diferentes búsquedas al mismo tiempo. Entonces: ¿cómo te definirías vos, Manuela?


Sí, es verdad. Es cierto lo que decís con respecto a mis “roles” ya que soy docente, actriz e investigadora. Si bien podría parecer una ensalada por estar en varios lados al mismo tiempo, estos van variando dependiendo de los intereses. Hoy por hoy, me definiría como una actriz, directora que hace performance e investiga, en ese orden. Mi punto de partida es pensar desde la actuación; el resto fue surgiendo, apareciendo como “experiencias de deriva” del lugar de base. El proceso vendría a ser un poco así: el pensamiento proviene del cuerpo, luego viene el como aparece el cuerpo o la ausencia de él en escena. Todo ese mix de profesiones e interrelaciones me dio la capacidad de gestar la obra Aquí estoy, por ejemplo.


¿De dónde creés que surge esto tan interesante que marcás del “cómo aparece o no, el cuerpo en escena”? ¿Cómo se relaciona con tu creación?

Entrevista a Manuela Méndez

Creo que de mi rol de docente. Yo doy clases en un terciario de Arte en La Matanza, en el profesorado de teatro, concretamente. Esta institución tiene una gran escuela donde tengo a cargo dos materias teóricas y prácticas. La verdad es que, en esta época, si bien es complicado dar clases por toda la logística que demanda el contexto y, encima, en un campo tan específico como lo es la corporalidad, el cuerpo, esto mismo me llevó a pensar en cómo opera este “tejido” en relación con la pandemia y la virtualidad. Así que, a partir de esto, empezaron a surgir cosas muy copadas; entre ellas, esta obra.


Para referirnos especialmente a "Aquí Estoy", ¿cómo se gestó y se llevó a cabo?


Yo tenía un proyecto “amorfo”, previo a la pandemia, y la idea era llegar, con él, a Bélgica, junto a Anneleen Hermans, la productora de Sinrumbo, con una obra llamada Ambas que tiene bastantes años y estaba pensada para adolescentes. Ella y yo somos amigas hace mucho tiempo. Juntas habíamos empezado a hacerla a través de Skype y/o cartas, y, de este modo, fuimos llegando a esta “pieza” o, más bien a la idea, que teníamos y esperábamos estrenar allá. La premisa de Ambas era una afirmación poderosa: "no nos separa un océano".

Sentíamos que debía partir de algo así, porque sin una enunciación vigorosa es muy difícil sostener la producción durante y después. A partir de este propósito, que quedó “a la deriva”, nos plantemos otro proyecto, también utilizando como medio la conexión; es decir, de dispositivo similar. Intentamos generar, pensando bien antes cómo, un tipo de encuentro singular, muy parecido a lo que intuitivamente empezó siendo la obra que no fue y terminó convirtiéndose sin querer en Aquí estoy.


La elección del nombre fue intuitiva; fue lo primero que apareció. Inclusive antes de pensar en la utilización del dispositivo más finito, para llevar a cabo la experiencia. Fue un darse cuenta de la multiplicidad de miradas como vivencias, es decir subjetividades de cada une por el momento que vivimos y cómo nos atajamos, contenemos entre todes desde un doble, y fundamental, binomio: el cuerpo-palabra y al revés, la palabra y el cuerpo.


Entonces, ¿cómo fue pensada "Aquí estoy" en su estructura?


El proyecto, podría decirse, cuenta con dos grandes patas: por un lado, la experiencia que fue en julio 2020, y por otro, una segunda etapa de mapeo o registro de época, en tanto material producido, o como queramos llamarle, en agosto. La primera etapa - en la que participaron setenta personas, con un total de treinta y cinco conversaciones, de las que “solo” se publicaron veintisiete, veintiocho en la página , fue súper fuerte. Cuando abrimos la invitación, desde mi Instagram personal y, también, el de la productora, lo hicimos con la propuesta de ponerse en contacto con otra persona desconocida del otro lado del mapa, para contarle su vivencia en pandemia. A la semana, teníamos más de setenta interesades, dispuestes a hacerla. Por eso mismo, cerramos la convocatoria. Demasiada gente para, luego, trabajar con sus palabras vueltas relatos y conversaciones. Ya, desde el comienzo hubo un mensaje muy claro que después quedó plasmado en la experiencia: la necesidad concreta que tenemos por hablar y conectar.


Cuerpos como textos: narrativas de la (in)corporalidad en pandemia

¿Cuáles fueron las complicaciones que tuviste que afrontar?


Lo más complicado fue ordenar el material, eso me costó varios días sin dormir. Algunas técnicas, como la transcripción, traducción, etcétera, embrollan la existencia. Era muchísimo trabajo y todo en modo artesanal. Así que tardé casi dos meses después del primer llamado a participar - se ríe –. Pero en pandemia los tiempos son otros, y al darme cuenta de esto, sentí que no había tanto apuro por finalizar.




¿Qué podrías decir, resumidamente, de los registros con los que te encontraste, leíste, para después transcribir en la segunda etapa de mapeo?


Los registros son muy personales, pero a la vez colectivos. Me di cuenta de que las cosas que les suceden a une no son tan distintas a kilómetros de distancia. Me acuerdo de une de les participantes: uno de sus registros era un gran poema elaborado. Me pareció una decisión muy hermosa, lo que se generó desde ese vínculo, en esa conversación. O algunos momentos en los que se compartían secretos de vida, al estilo de "esto me parece que es bueno que lo sepas" o "tratá de ser feliz siempre".


O escritos en relación con la maternidad… Se compartieron mundologías muy íntimas, como gestos vitales en medio de esta grave situación. Ahora que pienso, creo que todo esto de abrir una red de contacto que de otra forma no se hubiese abierto está vinculado con el texto y la palabra, con el quitar la imagen. Vivimos súper bombardeades por ellas, tratando de reconstruir corporalidades mediatizadas, confiando en que, aunque no nos estemos viendo, hay cuerpo y por ahí eso nos relaja y podemos hablar de lo que sea. La palabra nos permite decir "acá estoy y soy cuerpo mediante ella". La escritura me remite a unas lógicas de interioridad de otro tiempo, y me parecía importante que algo de ellas aparecieran en estas experiencias.


¿Había consignas a seguir? ¿Cómo eran? ¿Los textos, conversaciones, fueron posteriormente editados?


Sí, había. Los domingos, yo mandaba preguntas disparadoras a les participantes vía Whatsapp o mail. Estos recibían las consignas y les enviaban a un otre. A ver, digamos que había un participante A que recibía primero la consigna y este le pasaba su respuesta al participante B; al domingo siguiente era el B quien recibía primero. Esa era la dinámica. Cada uno necesitaba del otre para continuar con la consigna. Y no, no se editó nada, ningún texto. Había una complejidad que no necesitó edición. Si sobre esto yo producía un ejercicio de traducción, aunque fuera óptimo, iba a tener un saber de la experiencia que el propio hacedor no había tenido. No quería darle otro sentido. Por esto decidimos no tocar nada, la traducción fue salvaje, digamos, con la herramienta Google Translate.


¿Habrá más "Aquí estoy"?


Es la idea. O, al menos, eso queremos. Estamos produciendo para ampliar el mapa, como mapa, y también el que ves en la web. Por otro lado, también me parece que, en la medida en que esto siga sucediendo, hay que empezar a pensar lo que se viene, en qué será de la "maldita pandemia" y nosotres en y con ella. Esto de imaginar “mañanas posibles” y con esto, nuevas experiencias. La situación en otros lados es distinta: en Europa, por ejemplo, hay una sensación de que esto ya pasó (aunque no sea así). Entonces miramos afuera, donde ya "terminó" la cosa, y eso genera algo así como planos temporales que coexisten. El pasado en relación al presente, y a un potencial futuro mirando hacia otro lado.


Entonces la próxima experiencia querríamos que sea Imaginar el futuro. Esto no termina acá, hay que seguir en movimiento. La experiencia, si bien está cerrada, tiene suficientes huecos para seguir haciendo preguntas. Eso que me mueve es un estar en sintonía con eso que nos mueve. A mí me divierte poner en circulación mis preguntas, todas mis preguntas.


Claro, esas preguntas que quedan en esas 90 páginas de "experiencia en palabras", ¿no?


Si. Estas experiencias son necesarias porque, al hacer relatos en la historia, quedan como archivo, y el archivo como huella a su vez. Amo los cruces entre teoría y práctica, y que quede el archivo, el registro. Alejados estos del poder y la política, más bien como una experiencia propia del empoderarse. Dándole un valor a esa palabra, un saber hacer o a un sobrevivir haciendo a esto que estamos viviendo. Qué va a quedar de este momento, qué aprendizaje, qué valor va a quedar para hacer circular. ¿Qué estamos haciendo? ¿Hoy? ¿Mañana? Y así sucesivamente.


A modo de cierre: ¿con qué te quedás de la experiencia? Una oración, frase, lo que elijas.


Por un lado, cómo el mapa grafica, claramente, que de la experiencia íntima de dos se tejen multiplicidad de relatos y por otro, cómo estos concluyen en (una) construcción colectiva de experiencia.


Cuerpos como textos: narrativas de la (in)corporalidad en pandemia

Ficha artística: "Aquí estoy"


  • Producción en Bélgica y asesoría: Anneleen Hermans / Sinrumbo

  • Producción general: Las Martas

  • Asesoría en producción: Rocío Gómez Cantero

  • Creación general: Manuela Méndez

  • Sitio Web: www.aqui-estoy.com.ar


 

Esta nota originalmente publicada en Revista Varda (https://revistav.wixsite.com/varda)



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Ella es Mariné o Marina Amestoy, directora y fundadora de Revista Mariné.

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