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Nadine Duchini

¡Aquí estamos creando! Sobre: "Muñeca o El Naufragio" de Irene Almus, con dirección de Mariana Giovine.



 

Este domingo 1 de diciembre es la última función de Muñeca o El Naufragio de Irene Almus en la Sala teatral Inda Ledesma.


La historia nos transporta directamente al año 1941 en Buenos Aires: se escucha en la radio y se lee en los diarios todo sobre la terrible guerra en Europa. Dentro de ese complicado contexto social, un grupo de intérpretes de teatro se prepara para el estreno de Muñeca de Armando Discépolo. Con la dirección de Mariana Giovine, esta obra representa un auténtico ensayo que se sale de control, una especie de obra dentro de otra. El humor, el drama, el ridículo, los celos, la envidia, las pasiones y la competencia entretejen esta desenfrenada historia sobre un escenario argentino. 


 



Escena de Muñeca o el Naufragio, obra teatral

pH: Cortesía Prensa Valeria Franchi.

Edit.: Mariné



 

Emilio, el director (Santiago Fraccarolli), llega a la sala junto con su asistente Beatriz (Irene Almus) y comienzan a organizar lo que será el primer día de ensayo. Con la velocidad y el nerviosismo que caracteriza a esta situación, un grupo bastante disparejo se pone en acción. Un galán de manual, una joven actriz que parece nunca llegar a tiempo y un actor, eminencia de la escena teatral, que aún no percibe la decadencia que acecha a su carrera. Se posicionan sobre las tablas con el texto en mano y repasan los distintos cuadros que conforman la obra del maestro Discépolo. Adela Pico es Muñeca (Luciana Vieyra), hiper dramática y sensual, que rechaza al personaje de René Bravo, Anselmo (Eduardo Calvo), quien olvida sus líneas y no puede tolerar la palabra “Cuco”. Entre ellos aparece el personaje de Enrique, que lo interpreta un pedante, pero engatusador joven llamado Fito (Gastón Frías).



 


A medida que la obra (real) avanza, la escenografía y el vestuario evolucionan en este ensayo frenético. Los días pasan y la discordia aumenta, algunos olvidan sus líneas, otros no controlan su ímpetu y fogosidad. Los egos se vuelven más y más grandes, la histeria desborda cada momento. Es constante el trabajo en escena para que el espectador vea cómo es la dinámica del trabajo teatral antes de un estreno. Los actores de Muñeca o El Naufragio hacen salidas y entradas a la sala, suben y bajan del escenario, se sientan en las butacas cerca del espectador, corren hacia bambalinas y aparecen en la entrada principal de nuevo. Las pelas parecen no mermar jamás y cuando menos lo esperan ya están cerca del día D. Beatriz, el personaje que repiquetea con sus taquitos cada vez que le gritan o exigen una bebida, que deambula y “sopla texto” a los desmemoriados o les frunce el ceño a las muñequitas, es quien detona un desenlace caótico.


 

Podría decirse que esta puesta no prepara al espectador para su última conclusión: todo sucede a una velocidad inesperada y embravecida. El humor es el ingrediente principal de esta historia que puede ser actual, aunque la época lejana en la que transcurre resulta de mucha pertinencia para lo que sucede al final. El contexto social, político y mundial termina siendo la clave para que esta obra vire hacia el drama. Una narración ágil como una audición y con la presión de las pasadas previas al estreno. Como ensayando a la vida, aparecen el sexo, el fracaso, la ambición, los secretos y provocan un accidente irreversible. Entonces el público escucha:

“Magnífico, patético, desolador”. Apagón final.

Recomiendo mucho verla.


 







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Ella es Mariné o Marina Amestoy, directora y fundadora de Revista Mariné.

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