“El Silencio del Mar”, Historia de un Amor.
Por Andrea Rosales
Gustavo Adolfo Bécquer escribió:
"El alma que hablar puede con los ojos, también puede besar con la mirada..."
¡Qué mejor manera de comenzar este artículo con las palabras del poeta! Es que El silencio del mar es pura poesía y de la más elevada. La película es una adaptación del libro homónimo de Vercors, seudónimo adoptado por el escritor francés Jean Bruller, también una pequeña obra maestra de la literatura francesa. El film tuvo una primera adaptación en el año 1949, dirigida por Jean-Pierre Melville, y una segunda en el 2004, dirigida por Pierre Boutron.
El silencio es el alma de la conexión y la mirada la luz que revela los secretos del corazón.
La ocupación nazi en un pueblo francés pone a prueba la lealtad de los que han sido derrotados, a pesar de todo, los sentimientos que surgen entre vencedores y vencidos no se pueden evitar y la obra plantea la difícil pregunta de qué hacer con ellos. Además, establece un diálogo con la realidad histórica mostrando el costo de la guerra y la lucha por la libertad. Entre los temas más prominentes de la película se destacan: la resistencia frente al dominio alemán y la preservación de la identidad nacional frente a los vencedores.
La trama sigue a una joven profesora de piano, Jeanne Larosière, que vive con su abuelo, André Larosière (en la adaptación de 1949 es su tío), sus padres han muerto, pero ella tiene el recuerdo siempre presente y su habitación intacta. Cuando vuelve del cementerio se encuentra con que los nazis deciden que la casa de la joven y su abuelo es lo suficientemente grande y confortable como para alojar a un militar alemán de alto rango, y lo que es peor, eligen la habitación de sus padres. Nada pueden hacer, solo acatar las órdenes de tener un intruso en su hogar, un intruso que, además, representa a quienes les han doblegado en la guerra. Este militar alemán no solo ha invadido su espacio físico, sino que también simboliza la derrota de su país y la profunda herida que la ocupación ha infligido a su dignidad.
"Toda familia francesa o alemana ha perdido a alguien por la guerra. Yo respeto a las personas que aman a su Patria."
Werner Von Ebrennac
Y aparece en escena el oficial Werner Von Ebrennac, que lejos de poseer la arrogancia y talante soberbio de los militares alemanes, es un hombre sensible y educado, que lo primero que hace es pedir disculpas por los inconvenientes que provoca su intrusión en la vida familiar.
Cada día, el alemán intenta entablar un diálogo, pero de ellos nunca obtiene ni una sola palabra. Incluso, para no incomodar por sus llegadas a altas horas, les ofrece entrar por la puerta trasera si así lo prefieren; la respuesta: el inmutable silencio.
Pasan los meses, y el frio comienza a sentirse, el intruso les solicita permiso para calentar sus manos en el hogar antes de ir a su habitación. Sabe que Jeanne y su abuelo detestan la guerra y a los alemanes, y sabe también que no van a perder su digna postura frente a ningún alemán. Una de esas heladas noches, baja al hogar vestido de civil, allí les expresa su admiración por el pueblo francés y su descontento con la guerra. Les confiesa que ama la música, que es compositor y pianista, igual que la joven, y que ser militar es solo una tradición familiar. Pero las heridas de guerra no sanan, solo pueden aliviarse a través del silencio que continúa.
En el silencio del mar también se van formando olas profundas de resistencia
En un pasaje de la obra, la joven y un niño del vecindario, Pierre, van en busca de un poco de comida. De regreso al pueblo, el niño le advierte a Jeanne que no debe volver a casa si hay una maceta de geranio en la ventana. En un primer momento, pareciera que su madre podría estar involucrada en algún tipo de aventura. Sin embargo, la situación toma otro giro cuando una tarde Jeanne observa que uno de los hombres que sale de la casa del niño es apresado por los militares alemanes, sin saber qué tipo de actividades se lleva a cabo en ese hogar, se lo informa la madre, y esta la compromete a que, pase lo que pase, se hará cargo de Pierre si algo llegara a sucederle a ella y a su esposo.
Oficial: - "¡Dejarle su honor a Francia! ¿Pero de qué estás hablando? ¡Hemos peleado una guerra y hemos vencido, comportémonos como ganadores, con orgullo y honor!
Werner von Ebrennac: - ¡Pero justamente el honor no significa no significa para los vencedores humillar a los pueblos! ¡Ustedes se han vuelto locos!
Oficial: -No querido amigo, no somos músicos ni poetas. ¡Nosotros somos oficiales alemanes, hombres de beber y compromiso, leales al pueblo y al Führer!
La visita de unos militares amigos del oficial lo cambia todo. Estos no entienden el idealismo que tiene Werner hacia los franceses, ¡nosotros ganamos, podemos humillar al vencido!, esa es su política. El oficial se da cuenta de que esta invasión será más grande de lo que él mismo esperaba. “Olviden todo lo bueno que les dije”, les dijo con pesar a Jeanne y a su abuelo André.
Una noche la joven observa por la ventana que uno de los vecinos coloca dinamita bajo el auto del oficial. La escena que se desarrolla a continuación es una de las más desesperantes y cargadas de sentimiento, logrando un impacto que ninguna película de Hollywood podría alcanzar.
Jeanne está dispuesta a evitar que aborde aquel auto, pero ¿cómo? No piensa hablar, no puede hablar, su dignidad de francesa se lo impedirá hasta la muerte. Sin embargo, hablará el piano. Comienza a tocar una de las melodías de Bach preferidas de Werner. A punto de cruzar el umbral se detiene al escucharla tocar el piano; se acerca, la joven tiene una mirada desesperada, al igual que la melodía. De repente se escucha la explosión.
¡Jeanne pudo salvarlo sin pronunciar palabra!
“Lo que me gusta del mar es su silencio. No hablo de las olas, sino de lo oculto, de lo que no percibimos. El mar es silencioso, pero hay que saber escuchar. Estoy feliz de haber encontrado aquí a un anciano confiable y a una señorita silenciosa “.
Werner von Ebrennac
Todo se había salido de control, el capitán pide un traslado y lo envían a Rusia donde los soldados se están muriendo de frío a 40 grados bajo cero. Se despide del abuelo y Jeanne que corre hacia el auto y solo dice un “Adiós".
¡Escena épica!
El Silencio del Mar es una obra maestra de la literatura romántica, dura y transgresora. La joven profesora de piano y el soldado alemán representan la lucha entre el deber y el amor. Vemos cómo el silencio exterior de Jeanne contrasta con la tormenta interior de sus sentimientos, como sucede con el mar. La mirada se convierte en el lenguaje que une a los personajes, hace el papel que las palabras no pueden.
Pero no quisiera escapar del dilema moral que plantea. ¿Se puede confiar en la humanidad de un soldado nazi por más sensible, idealista y respetuoso que se muestre de la dignidad del perdedor? No seré quien responda esa pregunta, está en la magia del cine.
De las dos versiones de la película, mi preferida es la del 2004. Obra de arte a la que hay que hacerle justicia.
Premios:
Recibió tres premios en el Festival de Ficción Televisiva de Saint-Tropez en 2004. Fue reconocida como la Mejor Película para Televisión, y Julie Delarme ganó el premio a la Mejor Interpretación Femenina. Además, la música compuesta por Jean-Claude y Angélique Nachon también fue galardonada, destacando la calidad artística de la producción.
El Silencio del Mar. Realizador: Pierre Boutron Guión: Anne Giafferi, País: Francia Idioma: Francés Género: Drama romántico, Guerra Duración: 100 minutos Año: 2004 Libro basado: Le Silence de la Mer de Vercors Fotografía: Alain Levent Música: Jean-Claude Nachon, Angélique Nachon Protagonistas: Thomas Jouannet-Capitán Werner von Ebrennac Julie Delarme-Jeanne Larosière Michel Galabru- André Larosière Marie Bunel – Marie (madre de Pierre) Timothée Ferrand – Pierre.